Redescubriendo los jardines escolares

“¡No sabía que así crecen las papas!” Los jardines escolares son un laboratorio vivo. Permiten a los alumnos tener una experiencia de aprendizaje que cambia su perspectiva acerca de lo que les rodea. Conoce la propuesta de dos profesoras en este artículo.

Redescubriendo los jardines escolares
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Una lectura de 5 minutos

“Los jardines escolares son excelentes aliados didácticos para el aprendizaje activo. Para que los alumnos conozcan su entorno, es necesario regresar a lo básico, a la naturaleza, a las actividades al aire libre; donde puedan utilizar sus cinco sentidos”.

La mayoría de los temas que se abordan en las materias de ciencias tienen un contenido extenso, abstracto y sin relación con la vida diaria del estudiante. No es sorpresa que sean catalogados como difíciles y aburridos.

Ante este panorama, ¿por qué no llevamos a los alumnos a “tomar el sol”? Es decir, en lugar de aprender el ciclo del nitrógeno por medio de una diapositiva o un video, los llevamos fuera del salón de clase a observar dentro de un cajón de cultivo, cómo los tréboles albergan bacterias que fijan el nitrógeno al suelo. Para ello, los jardines escolares son excelentes aliados didácticos para el aprendizaje activo. Además, ¿a quién no le gustaría aprender ciencias en el solecito, en una clase menos estructurada?

“Nuestra propuesta es utilizar los jardines escolares como aulas vivas donde se puedan ejemplificar los conceptos aprendidos en clases de Biología y Química tales como: biodiversidad, relaciones ecológicas, ciclo del carbono y nitrógeno, pH, minerales en el suelo y sostenibilidad, entre muchos otros temas”.

Buscando una opción más tangible para que los alumnos logren contextualizar el aprendizaje, echamos mano de los jardines escolares. Los jardines escolares no son una técnica nueva, se han venido utilizando desde 1800 en el continente europeo. Grandes pensadores y filósofos de la educación como Froebel, Montessori y Dewey alentaron el uso de estos espacios como una manera de equilibrar la educación e incorporar “manos, corazón y cerebro” al día a día en la escuela.

Los jardines escolares tomaron auge durante la Primera Guerra Mundial, donde se utilizaron para enseñar a los niños sobre soberanía alimentaria. Posterior a esto vino un declive y no es sino hasta 1970 donde el movimiento ambiental, vivido en gran parte del mundo, hace que se retomen los jardines para enseñar acerca de temas como ecología y sustentabilidad.

Utilizando un jardín como herramienta didáctica, en este caso, un laboratorio vivo, nos apegamos a los principios de la educación activa. Los jardines escolares ayudan a que la educación pase de ser una experiencia sedentaria, a una experiencia que cambia la perspectiva del alumno acerca de lo que le rodea.

Es momento de regresar a lo básico, a la naturaleza y a las actividades al aire libre, a conocer nuestro entorno y utilizar nuestros cinco sentidos, cambiarles el chip a nuestros alumnos y buscar esa oportunidad de estar más receptivos al momento de aprender.

Los jardines escolares, como herramienta educativa, tienen cuatro pilares:

  1. La gestión ambiental

  2. El desarrollo social y comunitario

  3. Un estilo de vida saludable

  4. El rendimiento académico

Nuestra propuesta es utilizar los jardines escolares como aulas vivas en donde se puedan ejemplificar los conceptos aprendidos en clases de Biología y Química como: biodiversidad, relaciones ecológicas, ciclo del carbono y nitrógeno, pH, minerales en el suelo y sostenibilidad, entre muchos otros. Tomando así directamente, dos de los cuatro pilares: gestión ambiental y rendimiento académico.

El jardín escolar en nuestra Prepa Tec Campus San Luis Potosí, en México, lleva el nombre de Green Outside Classroom (GOC): un espacio vivo para el aprendizaje. Las sesiones en el jardín se manejan como una práctica de laboratorio, donde se tiene una actividad con objetivos de aprendizaje claramente establecidos, una metodología a seguir y una rúbrica de evaluación. Los alumnos trabajan colaborativamente en el pre-laboratorio y demás actividades que se llevan a cabo bajo este concepto. Durante la sesión en el jardín, la clase es desestructurada, los alumnos saben lo que tienen que hacer y ellos mismos se distribuyen por el jardín. Los profesores están ahí para dar seguimiento a dudas, realizar observaciones, mantener la sesión activa y a los estudiantes motivados.

Los resultados obtenidos son positivos tanto cualitativa como cuantitativamente. Los comentarios de los alumnos al trabajar en el huerto van desde “Me encanta salir al jardín y ver mis plantitas”, como “¡No sabía que así crecen las papas!”. El grado de satisfacción de los alumnos en la materia de Química aumentó de 65% a 87% utilizando las prácticas vivenciales en el GOC.

Adicionalmente, los estudiantes retienen mejor los conceptos aprendidos en clase y pueden vincularlos con actividades que se realizan en el jardín. Por ejemplo, trabajaron sobre un cálculo estequiométrico de la cantidad de fertilizante nitrogenado necesario para el cajón donde se cultivan las fresas y lograron explicar porque los cajones necesitan contener diferentes especies si se quieren tener plantas sanas. Así nos damos cuenta de que el pilar de rendimiento académico se ha trabajado correctamente.

Por otro lado, se tuvieron campañas de recolección de residuos orgánicos para alimentar la composta. Primero, los alumnos investigaron acerca de la cantidad de residuos que generamos en la ciudad y en el país. Seguido, vimos en clase cómo la materia orgánica se descompone y regresa al suelo los nutrientes que contiene. Por último, se investigaron los tipos de compostas que hay y propusieron la mejor para nuestro espacio con el clima que tenemos. Para poder empezar la composta, los alumnos se dieron a la tarea de juntar en sus casas sus residuos orgánicos y alimentar la composta semanalmente. Se ha tenido mucho éxito con esta campaña porque hasta alumnos de otras clases y maestros nos han pedido permiso para traer sus residuos. De esta manera, la gestión ambiental se está llevando a cabo dentro de nuestro campus.

Los profesores de ciencias no debemos tener miedo a “perder clase”. Los tiempos al aire libre y sin una agenda rigurosa son positivos para nuestros alumnos. Les damos oportunidad para explorar sus intereses, guiados únicamente a cumplir objetivos de aprendizaje. Utilizar un jardín escolar para mejorar el aprendizaje en ciencias es una excelente opción para todos, aquí puedes consultar algunas ideas para tus prácticas.

 

Acerca de las autoras

Brenda Verdugo González (brenda.verdugo@tec.mx) tiene un doctorado en Ingeniería Química. Es profesora del Tecnológico de Monterrey, Campus San Luis Potosí en preparatoria.

Priscila Lara Juárez (priscila.lara@tec.mx) tiene una maestría en Ciencias Ambientales. Es profesora del Tecnológico de Monterrey, Campus San Luis Potosí en preparatoria.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0