Opinión: Algunos errores básicos al compartir conocimiento

El maestro que enseña como si fuera la primera vez que él mismo se aventurara en su búsqueda, da a sus alumnos ejemplo de que el conocimiento es algo fresco y vivo.

Opinión: Algunos errores básicos al compartir conocimiento
Foto: Pxhere.
Una lectura de 4 minutos

En su libro Límites a los Adolescentes, el psicólogo John Townsend sugiere como punto de partida para la educación de los jóvenes el rememorar uno mismo su propia adolescencia y tenerla bien presente en el momento de interactuar con ellos. Lo que sentimos, pensamos e hicimos en aquel tiempo, debe estar siempre de pie sobre nuestro hombro recordándonos al oído lo que puede estar viviendo el joven que tenemos frente a nosotros.

Sírvanos lo anterior como analogía de lo que puede ser un verdadero proceso de enseñanza-aprendizaje académico en el que el maestro no sea sólo un transmisor de información sino un verdadero guía que haga el recorrido junto a sus alumnos identificando las dudas y dificultades que él mismo vivió cuando se enfrentó al conocimiento por primera vez.

Enseñar es volver a aprender.

Tratar de explicar algo a alguien partiendo de lo que uno sabe sin tomar bien en serio que el otro lo ignora, tiene sus riesgos. Tal vez el más común es dejarse deslumbrar por la aparente sencillez del conocimiento adquirido y olvidar que para llegar a éste hubo que recorrer un camino arduo. Ludwig Wittgenstein, el gran filósofo alemán, enfurecía cuando sus alumnos y colegas no entendía alguna de sus ideas, que para él eran muy claras. Quería que las captaran con la misma inmediatez con la que se le presentaban a él. Error muy común éste de querer que la gente capte el significado de una idea por sí misma, sin necesidad de mayores explicaciones. Tener una idea clara no quiere decir que sea fácil transmitirla ni para otros comprenderla. Las ideas no son objetos que se entregan en la mano, como si fueran estafetas; el proceso para comprenderlas es tan arduo como el de generarlas, y quien no sabe describir/revivir ese proceso paso a paso desde el inicio, tendrá que contar con interlocutores que hayan transcurrido por procesos muy semejantes para que (más o menos) lo comprendan. La mayoría de los alumnos no son así. Mentes tan amplias como las del filósofo alemán necesitarán mucha paciencia para desmenuzar sus conclusiones.

Pensemos un poco en el maestro que empieza por el final (es decir, por el conocimiento ya adquirido) e intenta explicarnos cómo llegó a él. Se necesita mucha experiencia para poder recordar paso a paso el camino que nos trajo al conocimiento. Por lo general, recordamos algunos puntos que fueron clave para nosotros dejando muchas lagunas sin cubrir. Y pasa más o menos lo que le pasaba Wittgenstein: queremos que el alumno nos comprenda sin necesidad de explicarle los pormenores. El resultado es un conocimiento parcial, que, como todos sabemos, cuando se trata de comprender un proceso, lo mismo da entender fragmentos que no entender nada.

Sólo piense el lector en instalar una computadora siguiendo un manual que salta del paso 2 al 5. O si prefiere, recuerde la mala señalización que impera en muchas vías automovilísticas de nuestro país. Las indicaciones dan grandes saltos, obviando momentos clave, y acabamos perdiéndonos, haciendo un gran rodeo y a veces incapacitados para llegar a nuestro destino. Parecen, más que instrucciones, recordatorios para quien ya conoce el camino. Si uno se pregunta cómo fue que el responsable de esto diseñó tales directrices, hay dos respuestas razonables: o no conocía bien el camino y procedió arbitrariamente, o lo conocía pero al señalizar no lo recorrió poniéndose de verdad en los zapatos del neófito sino que se basó en los que a él le parecía que eran los puntos clave o aquellos en los que podía haber alguna duda. Un maestro que procede así tiene que toparse innumerables veces con las dudas de sus alumnos para entender que hay que recapitular todos los pasos, y explicar las cosas con peras y manzanas, como se dice.

Otro error básico de quien procede de atrás para adelante (del conocimiento adquirido al de la ignorancia) es explicar las cosas también en reversa: es decir, tomar como referencia puntos a los que el alumno debe llegar, y que a nosotros (que los conocemos) nos parecen obvios, pero de los que él no tiene la menor idea. ¿Quién no introduce en sus explicaciones conceptos que aún no ha descrito con claridad sino que los definirá más adelante? Es como aquel peatón que al preguntársele cómo llegar a la carretera a la Ciudad de México, respondió: “Váyase todo derecho y tres cuadras antes de la glorieta doble a la izquierda”.

En conclusión, el mejor maestro no recapitula empezando por el final sino que se coloca ante el terreno del conocimiento recorriéndolo desde el principio y volviéndose a enfrentar con todos los accidentes del relieve, las posibles encrucijadas y, en fin, la multiplicidad de dificultades y riesgos, como si fuera la primera vez que lo recorriera. Esto tiene varias ventajas: una es, como decimos, que así se puede ser más claro en las explicaciones, pues se les describe paso a paso. Otra es que no sólo se informa resultados sino que se muestran procesos, lo cual es, como todos sabemos, mucho más enriquecedor que lo primero.

Pero quizás la mayor ventaja de este procedimiento es que el maestro se coloca ante el conocimiento no como ante un territorio inmóvil, fijo, siempre repetido, sino como frente a un paisaje vivo y en constante cambio y movimiento. El conocimiento, en general, es así; la ciencia misma, a pesar de su aparente solidez, maneja innumerables ideas que es conveniente revisar una y otra vez para entenderlas y explicarlas. Nociones como la supervivencia del más apto, de la teoría darwiniana, aún se discute sesudamente. Lo mismo ocurre con muchísimas, si no todas, las conclusiones científicas, y hasta las ciencias matemáticas, que supuestamente son infalibles, presentan serias incoherencias. El maestro que enseña algo como si fuera la primera vez que él mismo se aventurara en su búsqueda, también da a sus alumnos ejemplo de que el conocimiento es algo siempre fresco y vivo, y que es mejor colocarse ante él (por sencillo y obvio que parezca, y por más veces que lo hallamos demostrado antes) con una mente abierta, a la expectativa, dispuesta a dejarse sorprender por la realidad, la cual no pocas veces nos arroja resultados muy distintos a los que estábamos esperando.


Aviso legal: Este es un artículo de opinión. Los puntos de vista expresados en este artículo son propios del autor y no reflejan necesariamente las opiniones, puntos de vista y políticas oficiales del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0