La transformación educativa empieza por uno mismo

La transformación educativa requiere, antes que nada, autoconocimiento.

La transformación educativa empieza por uno mismo
Una lectura de 3 minutos

Cuando leí el más reciente texto de Jonquera Arnó y Xavier Aragay publicado en el Observatorio (lo pueden leer aquí), muchas cosas me hicieron sentido. Y es que, aunque en los últimos años he buscado formarme en liderazgo a través de libros, artículos y cursos, ninguno hasta el momento ha tocado un tema que ahora sé que es fundamental: no podemos liderar o inspirar a otras personas si primero no nos conocemos a nosotros mismos.

¿Cómo vamos a inspirar a otras personas a hacer cualquier cosa si no sabemos quiénes somos? ¿Cómo quiero que otros me vean y respeten como líder sin primero trabajar en mi persona? No es posible liderar una transformación educativa (o cualquier transformación) sin antes conocer mis valores, creencias, prejuicios y miedos. Lo he comprendido hasta hace pocos meses, a partir de que decidí invertir en mi misma a través de terapia para trabajar en mejorar como persona, para encontrar la respuesta a la pregunta fundamental: ¿quién soy?

Y es que como dicen Jonquera y Xavier, “la transformación educativa requiere autoconocimiento”. Y el autoconocimiento no lo vamos a encontrar en un libro, manual de liderazgo o cursillo online. Conocerse a sí mismo requiere trabajo constante y el acompañamiento de un terapeuta profesional. Practicar la meditación, yoga o el mindfulness definitivamente ayuda, pero no son suficientes. Estoy consciente de que muchas personas no pueden costearse una terapia psicológica, lamentablemente no es asequible ni accesible. Y aunque muchos sistemas sanitarios públicos cuentan con estos servicios, solo se ofrecen a quienes ya tienen problemas graves de ansiedad, depresión u otros trastornos de salud mental. No se ofrecen como una vía para el autoconocimiento y el desarrollo personal.

Porque contestar a las preguntas “¿Quién soy?”, “¿Cuál es mi proyecto vital?” no es tan sencillo como parece. Requiere sumergirnos en las profundidades de nuestro ser (en aguas sumamente turbulentas), requiere aceptarse a sí mismo, requiere valentía. Si tú ya tienes las respuestas a estas preguntas, eres una persona afortunada (y probablemente ha sido el producto de años de trabajo personal). Sin embargo, la mayoría de nosotros no tenemos una respuesta clara. Peor aún, muchas personas ni siquiera se han planteado nunca esas preguntas.

Hace unos años, allá por 2017, entrevisté a Xavier Aragay a propósito de la publicación de su libro Reimaginando la educación, 21 claves para transformar la escuela. De todo lo que platicamos durante varias horas se me quedó muy grabada una frase: “El objetivo de la educación debería ser ayudar a las personas a desarrollarse plenamente en la sociedad”. Y es que es muy cierto algo que dijo Xavier entonces y que lo he escuchado repetir en varias ocasiones, muchos estudiantes salen de la universidad sin saber quiénes son. Esta es la gran falla de nuestros sistemas educativos. El único que se salva, tal vez, es el de Finlandia, donde el aprendizaje formal no comienza hasta los siete años. Antes de esa edad, señala un reportaje de ElDiario.es, el objetivo principal no es «preparar a los niños para la escuela desde el punto de vista académico, sino asegurarse de que sean personas felices y responsables».

Se nos olvida que las escuelas, cualquier institución educativa “no son más que personas que, con otras personas, hacen cosas para que unas personas lleguen a ser personas”, como señaló Xavier Aragay en aquella entrevista. Con esto en mente, antes de buscar transformar la educación, ¿no sería entonces fundamental que trabajemos primero en nosotros mismos? “Para reimaginar la educación he de tener la valentía de reimaginarme como persona, como directivo, de hacerme las grandes preguntas vinculadas a mi proyecto vital; de otra forma, va a ser muy difícil movilizar nuestro entorno para este gran sueño”, concluyen Jonquera y Xavier.

Sé que muchas de ustedes son directivas y directivos, están al frente de instituciones educativas y lideran grupos de personas. Me gustaría conocer su opinión sobre este tema. ¿Se han planteado estas preguntas fundamentales? Si es así, ¿ha mejorado su liderazgo?


Hasta la próxima semana.

Editora en jefe
Observatorio de Innovación Educativa

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0