¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?

Para reflexionar: ¿Hasta qué punto el sistema educativo nos entrena para aceptar la cultura laboral tóxica?

¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?
Una lectura de 3 minutos

El fin de semana pasado desayunaba con una amiga cuando ésta, empezó a recibir mensajes de su jefe en WhatsApp. Era sábado, todavía no eran ni las 9:00 de la mañana y era Semana Santa. Me preguntó si debía contestarle, qué decirle o qué hacer. Mi amiga es académica, recién graduada del doctorado y tiene menos de tres meses trabajando en una universidad pública. Cabe destacar que su puesto es de media jornada y que no era la primera vez que su jefe le pedía trabajo fuera del horario laboral.

Agradecida por haber conseguido este trabajo al poco tiempo de doctorarse, mi amiga se siente afortunada (y lo es) porque ha conseguido esta posición que, aunque de media jornada, es en su disciplina académica y por primera vez en su vida, ¡tiene un contrato! Aunque este no es su primer trabajo, sí es la primera vez que tiene uno estable, con contrato, vacaciones, seguridad social, etcétera. Es por eso por lo que no me sorprende que le ponga tanto esmero y que se sienta tan afortunada porque su jefe le da las gracias y “reconoce lo valiosa que es” (no es exageración, son sus palabras), aunque esto implique responder mensajes de WhatsApp en fin de semana o en vacaciones. Le advertí que, si continuaba así, esto iría de mal en peor, que tenía que poner límites y valorar su tiempo libre y su vida fuera de la academia.

Por supuesto que no me hizo ningún caso. Y la entiendo. La precariedad laboral (dentro y fuera de la academia) es real y las personas que tenemos un trabajo estable somos cada vez menos. Lo veo en mis amigos, conocidos y en las nuevas generaciones. Se sobreentiende que uno debe aguantar este tipo de prácticas laborales sobre todo cuando estás iniciando apenas porque eres joven y sin experiencia, que la “la recompensa vendrá después” y que esto es “parte del aprendizaje”. ¿Pero qué estamos aprendiendo aquí exactamente?

El caso de mi amiga me hizo pensar en este artículo que escribió Connie Wang el año pasado en el que narra su experiencia como novata en una prestigiada revista de moda. A su llegada, el consejo que le dio una editora sénior fue el siguiente: “Di siempre que sí, especialmente a las tareas para las que no te sientes preparada para asumir […] Llega a la oficina antes que tu jefe y no te vayas a casa hasta que se vaya […] Nunca vayas a RR.HH., especialmente por problemas graves. Deja que tu maltrato alimente tu rabia. Trabaja duro para subir peldaños, para que eventualmente tengas tu propia oportunidad de descarrilar a tus torturadores en el futuro” (el énfasis es mío). Años más tarde, Wang reflexiona sobre todo lo que tuvo que soportar en esa cultura laboral y la gravedad del legado que la generación «agradecida de estar aquí» ha dejado para las nuevas generaciones.

Esta cultura laboral tóxica no es exclusiva del mundo de la moda, ni de la academia. Precisamente esta semana leí un artículo en El País en el que empleados y exempleados de grandes firmas de abogados, consultoras y bancos de inversión, describen su experiencia laboral en la que las jornadas de trabajo maratonianas, el estrés y la rotación son el pan de cada día. Lo más grave y sorprendente de este artículo no son los testimonios de estas personas, puesto que muchos de nosotros conocemos a alguien que ha trabajado en estas condiciones, o incluso, lo hemos vivido. Lo que me asombra es cómo lo justificamos. “Una persona con 23 o 24 años tiene que estar dispuesta a sacrificarse. Y para ser una esclavitud está muy bien pagada”, dice una de las personas entrevistadas para este artículo. Ojo en las palabras sacrificio, torturadores y esclavitud que aparecen en este artículo de Álvaro Sánchez y en el de Connie Wang, que tenemos ya tan normalizadas. Tanto que ya forman parte de nuestras referencias culturales, basta con ver El Diablo Viste a la Moda para entenderlo.

¿Pero dónde empieza esta normalización? Fernando Trujillo hace esta interesante reflexión en Twitter con la que finalizo el mensaje de esta semana: ¿hasta qué punto el sistema educativo es un entrenamiento para esto?

Los leo en los comentarios.
Hasta la próxima semana.

Editora en jefe
Observatorio de Innovación Educativa

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0