El profesor universitario: por amor al arte

La educación superior se encuentra en crisis y uno de los principales afectados es el profesor universitario.

El profesor universitario: por amor al arte
Foto: Pxfuel
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Comenzando el año, Higher Education Digest dedicó un espacio a la alarmante disminución de docentes universitarios, situación que vio un incremento sustancial con la llegada y fin de la pandemia. Siendo ésta y la enseñanza remota, los principales contribuyentes al estrés de los trabajadores. Sin embargo, esta escasez no solo se presenta en Estados Unidos, sino que comienza a ser evidente en otras partes del mundo.

Este panorama no es nuevo, desde hace más de tres años, Paulette Delgado aseguraba que la docencia se enfrentaba a una crisis a nivel global debido a los grandes niveles de renuncia causados por el estrés, paga insuficiente, faltas de respeto y la excesiva carga laboral. Lo cual se suma de manera negativa en México a una disminución nunca antes vista al presupuesto de las universidades públicas.

¿Por qué es tan preocupante esta situación?

El nivel superior

Sandy Hook, reconocido filósofo estadounidense, señala al docente como el corazón del sistema educativo. Afirmación que no es para menos, tan solo en nuestro país existen más de dos millones de docentes, de los cuales, más de 269 mil se dedican a la enseñanza en nivel superior.

Según la Organización de las Naciones Unidas, es este nivel educativo el que le permite a los individuos expandir sus conocimientos y habilidades, también favorece su comunicación tanto oral como escrita. Es en la universidad donde las personas logran ser capaces de entender y dominar conceptos e ideas abstractas, asimismo incrementan su comprensión sobre sus comunidades y el mundo.

La UNESCO enfatiza la importancia de este nivel pues favorece el desarrollo personal y las transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de los países. Es la educación superior la que dota a las y los estudiantes de las competencias que se requieren en un mundo laboral en constante evolución. Además, resalta que para aquellos estudiantes que se encuentran en una situación vulnerable, la educación superior les permite aspirar a una seguridad económica y a un futuro estable. 

Información que corrobora la ONU pues los estudios demuestran que los egresados de universidades tienen “una vida útil más prolongada, un mejor acceso a servicios sanitarios, mejores prácticas alimentarias y de salud, más estabilidad y seguridad económica, más empleo estable y satisfacción laboral”, por lo que también pueden dedicar más tiempo a actividades de ocio. 

Considerando la importancia de este nivel, queda por sentado el valor del docente universitario y es posible imaginarse las exigencias al mismo. Bien lo dice Esteban Venegas, director de este Observatorio, “ser profesor es una responsabilidad enorme”.

¿Cómo es un buen docente universitario?

En un estudio realizado a las familias de estudiantes de nivel superior, Tapia Ruelas buscaba describir la noción que se tiene sobre las buenas prácticas de los docentes universitarios. En esta investigación, la doctora en Planeación Estratégica para la Mejora del Desempeño resalta el papel de los buenos docentes en el aprendizaje de los alumnos y, además, señala los «daños irreversibles» a dicho aprendizaje cuando su desempeño no es el óptimo. 

Los resultados apuntan a que se espera que los docentes tengan un dominio del tema que imparten y que su desempeño en el aula se encuentre a la altura del mismo (ambiente del aula, explicación, entusiasmo y apoyo al estudiante), es decir, se desea que el docente tenga un desempeño notable, tanto disciplinar como didáctico.

Asimismo, otros estudios como el de Sanz Blas, Ruiz Mafé y Pérez Pérez, indican que además de las funciones tradicionales del profesor universitario (la docencia, investigación y gestión), los docentes de educación superior deben dominar al menos cinco tipos de conocimientos que le permitan realizar satisfactoriamente sus funciones: el conocimiento científico especializado, conocimiento cultural, conocimiento psicopedagógico, conocimiento de la práctica docente y conocimiento personal sobre sí mismo. 

Para cumplir con este perfil no solo necesitan de una formación adecuada, sino otras habilidades como aptitudes pedagógicas, creatividad, vocación, conciencia de su responsabilidad social y rasgos específicos de personalidad (paciencia, tolerancia, flexibilidad, sentido del humor, entre otros). 

Aunado a esto, el profesorado universitario tiene que dominar la materia, ser entusiasta, innovador, usar métodos apropiados, además de poseer una excelente comunicación tanto oral como escrita y actualizarse constantemente.

Es decir, se espera excelencia de parte del docente universitario, pero ¿cómo es ser uno?

Ser profesor universitario

Hector G. Barnes explica que el profesor universitario solía poseer una ocupación privilegiada, con buena reputación y una remuneración acorde al puesto, sin embargo, actualmente no solo ha perdido su categoría social, sino que su sueldo ha disminuido mientras que el estrés y la carga de trabajo solo ha aumentado. 

Por ejemplo, el fundamento del Plan Bolonia (en la Unión Europea) era ofrecer una educación de calidad que sirviera a los estudiantes universitarios en su transición a la vida laboral, sin embargo, como menciona Rosa Caramés en entrevista con Barnes “sólo se ha conseguido consumir el tiempo dedicado a la preparación de las clases y dedicar más tiempo a labores puramente administrativas”.

Problemáticas en la educación superior

Si bien, el Plan Bolonia solo afectó a los docentes europeos, el Dr. Hugo Morales, entrevistado por el Observatorio, resalta una situación similar en una de las universidades mexicanas en la que labora, donde la burocracia se vuelve un trabajo desgastante y le han llegado a pedir firmas de recibido por cada alumno en cada parcial durante el semestre, mismas que ha tenido que subir escaneadas una a una en la plataforma de la institución.

Información que corrobora el Dr. Daniel Jiménez, de quien usamos un seudónimo para respetar su privacidad, asegura que una de las principales problemáticas es el aspecto administrativo, pues la universidad cambia ciertos procesos de un semestre a otro, lo que solo representa una falta de organización que repercute en su práctica docente.

Además de la excesiva carga administrativa, el Dr. Morales destaca el trabajo extra que se realiza cuando las universidades asignan materias a los profesores de las que ellos no son expertos. En este caso, Hugo es doctor en lingüística, pero su rama de expertise es la sociolingüística y la fonética. Sin embargo, debido a la precarización, ha tenido que impartir clases de Enseñanza del Español en Telesecundaria y hasta Historia de la Educación en México. Lo que implica el estudio y revisión de temas de los cuales no es experto. 

Y no es el único. La Dra. Frida Hernández, quien también prefirió el anonimato, en entrevista para el Observatorio comenta que pese a su título de subespecialidad en medicina, tiene que dar clases que no están relacionadas con su rama y, aquellos docentes que sí dan esas clases, no cuentan con las mismas credenciales que ella. Aspectos que solo hablan de la mala administración de las escuelas de nivel superior, pero que repercuten en la vida del profesor.

Ser profesor de tiempo completo

En otros aspectos, el Dr. Jiménez, médico pediatra, también resalta la diferencia entre ser profesor por contrato a tener plaza en las instituciones de educación superior, pues se percata que aquellos que tienen base están saturados y no muestran interés en compartir el conocimiento de manera comunitaria, además que las universidades toman más en cuenta a estos profesores. Agrega que no busca tener base ya que su principal fuente de ingresos es su consultorio, sin embargo, la universidad le exige tiempo fuera de su contrato para cursos y reuniones meramente burocráticas, actividades que lo distraen de su verdadero interés, que es la enseñanza.

Por otro lado, la Dra. Hernández corrobora esta situación, pues le piden cubrir horas extra (que no se contabilizan dentro de las horas de clase ni de planeación) que no son remuneradas en lo absoluto. Sin embargo, ella también afirma que la docencia no es su trabajo principal, sino que es un actividad extra a su práctica privada, por lo que tampoco se encuentra en busca de una base o plaza docente.

Contrario al Dr. Morales, quien sí está interesado en hacer de la docencia universitaria su carrera de vida, él mismo es consciente que, pese a sus credenciales, su carrera en la docencia apenas está comenzando. Además que ésta es una de las razones por las que sabe que le dan clases cuyas materias no es experto, al ser profesor de contrato tiene que impartir las asignaturas que ningún profesor de tiempo completo quiere tomar.

Esta es una realidad angustiante, muchos de los docentes que trabajan por horas en las instituciones de educación superior no cuentan con las prestaciones básicas de ley: sin seguridad social, sin vacaciones pagadas y, en muchas universidades públicas, pueden tardar meses en recibir el pago de sus servicios.

La precariedad laboral y económica

Según los datos más recientes publicados por la Secretaría de Economía del país, más de 269 mil personas son profesores universitarios y de enseñanza superior. Sin embargo, el 42.2 % de ellos son considerados trabajadores informales. 

El salario promedio mensual de un profesor universitario en México ronda los 7510 pesos. Sinaloa es el estado que mejor le paga a sus docentes, otorgando un salario promedio de 17500 pesos, mientras que Guanajuato se coronó como el estado cuyos docentes perciben los peores salarios con un promedio de 1610 pesos, además que también es el estado con mayor porcentaje de trabajadores informales. 

En promedio, un docente de educación superior trabaja 29.2 horas a la semana, sin embargo, este tiempo reportado no incluye el que involucra la planeación de clase, exámenes y revisión y calificación de los mismos. Tanto Morales como Hernández, hacen énfasis en este aspecto, pues estas horas extras no son remuneradas.

Detrás de cada hora trabajada, existen muchas horas de documentación, planeación y revisión que no son contabilizadas en el pago de las mismas. La escolaridad promedio de los docentes de educación superior ronda los 18 años, mientras que el promedio de escolaridad en el país es de 9.74. Es decir, su preparación duplica el promedio nacional, pero su tiempo puede llegar a pagarse en los 50 pesos la hora. 

Otros aspectos a considerar

Por otro lado, la Mtra. Andrea Sánchez, comenta en entrevista que la atención de los alumnos o su relación con los mismos, es una de las principales problemáticas a las que se enfrenta actualmente, pues los grupos pueden llegar a ser extremadamente grandes y muchos de los estudiantes no tienen interés particular en el proceso de aprendizaje. Además que resalta lo deteriorada que está la salud mental del alumnado universitario. Y no es para menos, estudios señalan las tendencias ansiosas y depresivas de quienes vivieron la pandemia en una etapa tan formativa como lo es la adolescencia.

Desde otro ángulo, Esteban Venegas, también señala la brecha generacional y el uso excesivo de la tecnología en el aula, como otras de las problemáticas a las que se enfrenta como docente frente a grupo. Sin embargo, estos puntos problemáticos de la práctica docente, pasan a segundo plano cuando se ven atravesados por los otros aspectos que no solo afectan su vida laboral sino también su calidad de vida.

Por amor al arte

Pese a todas esas problemáticas y carencias, los profesores universitarios entrevistados destacaron la gran labor que realizan y lo mucho que disfrutan dando clases. A fin de cuentas, se convierten en guías y acompañantes de aprendizaje de las nuevas generaciones y ese acercamiento les permite establecer un diálogo en el que también aprenden. Jiménez resalta la conciencia social de las nuevas generaciones y la forma en la que levantan la voz, cosa que le sorprende y admira.

Día a día, los docentes de educación superior, llenan las aulas universitarias dando lo mejor de sí. En palabras de Hernández “es por amor al arte, porque me gusta enseñar, seguir actualizándome, haciendo investigación y compartiendo mis conocimientos”.

Es una enorme responsabilidad en un trabajo infravalorado. Tal como lo menciona el Dr. Hugo Morales, no es posible dar la atención suficiente y necesaria a cada asignatura si con dos o tres clases no alcanza para comer y remata, “la precariedad afecta al quehacer docente”. 

Si tan importante es el nivel superior y tan importantes son sus docentes, ¿hasta dónde podemos ignorar que la precariedad laboral de los mismos no puede promover una educación de calidad?

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0