Los expertos como discípulos | Fernanda Castillo, actriz

Si una persona se va a dedicar a la actuación, ¿realmente sirven de algo todos esos estudios previos de primaria, secundaria y prepa? En esta entrega de la serie “Los expertos como discípulos”, Andrés García Barrios charla con la actriz mexicana Fernanda Castillo, sobre el rol de la escuela en la vida de cualquier actor y el poder de contar historias.

Los expertos como discípulos | Fernanda Castillo, actriz
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La serie de entrevistas “Los expertos como discípulos” recoge las vivencias de destacadas personalidades durante sus procesos de aprendizaje, tanto en el ámbito académico como en la cotidianeidad. Tiene un doble objetivo (además del natural de entretenimiento): servir como herramienta de orientación vocacional para estudiantes, docentes y el público en general, y destacar lo que a mi parecer es el rasgo más común de los seres humanos: el estar siempre aprendiendo.

Alguien alguna vez me dijo que los directores de teatro no son sino público profesional; de la misma manera, pienso que los maestros son sólo alumnos experimentados que comparten con otros sus vivencias.

Entrevista por Andrés García Barrios

La carrera de una estrella está llena de aprendizajes. Ninguna surge y se mantiene inmóvil en su primer brillo. La vida de Fernanda Castillo es eso, un continuo aprender y un constante ponerse a prueba. Decidió su profesión desde la niñez y hoy cuenta ya con numerosos films, obras de teatro (como la famosa Hoy no me puedo levantar, de la que fue protagonista) y series de televisión, una de las cuales la lanzó definitivamente a los brazos del público. Su versatilidad y continuo crecimiento personal la llevan de la comedia ligera al thriller de acción y de ahí a la denuncia sobre la condición de la mujer ante la violencia. Sin duda, es esta entrega singular lo que le ha brindado el amor del público (en 2018 fue la actriz más taquillera del cine nacional) y a recibir numerosas nominaciones y premios (Diosa de Plata, Mejor Actriz de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica, entre otros). Su talento y don de Estrella se combina con una sensibilidad y un compromiso nada convencionales ante los problemas humanos (basta con ver su entrañable aparición en la serie de conferencias Ted Talks).

¿Recuerdas tu primer día de clases en el CEA, la escuela de actuación de TELEVISA?

¡Claro que lo recuerdo! Estaba llena de expectativas, de ganas y de miedo… Tenía 17 años y podría dedicarme, ¡por fin!, a lo que más amaba. Pero recuerdo que también estaba enojada: el CEA no era la escuela a la que yo había querido entrar. Antes había intentado con el CUT ―el Centro Universitario de Teatro de la UNAM―, la academia más prestigiosa en el medio universitario del país, pero no me aceptaron porque estaba muy chiquita (tanto me urgía estudiar actuación que me había salido de la preparatoria para hacerla en el sistema abierto y reducir el tiempo). Así que aquel primer día en el CEA estaba enojada pensando que la formación que me iban a dar no era lo que yo soñaba: quería ser una actriz seria, con mucho compromiso, y tenía el prejuicio de que en el CEA no lo encontraría. ¡Cuál fue mi sorpresa al hallarme con un centro que ofrecía una gran formación y en el que tenía que estar 10 horas al día, o más! ¡Una escuela en la que, en los tres años de carrera, sólo encontré compromiso, disciplina y maestros súper preparados!

Mencionaste que tenías miedo.

Sí, claro, miedo de lo que todos tenemos al empezar una carrera, supongo: en mi caso, de no ser una buena actriz. Pensaba: “Elegí esta carrera porque siento que en ella va mi vida, pero… ¡¿qué tal si soy pésima, que tal si “apesto” en esto? La verdad, no sabía, ni sé aún, a qué otra cosa habría podido dedicarme.

Hay una pregunta que muchos nos hacemos: si uno se va a dedicar a la actuación, ¿realmente sirven de algo todos esos estudios previos de primaria, secundaria y prepa?

En el medio teatral se bromea con que “Me hubiera podido ahorrar los cálculos diferenciales: ¡no los he aplicado en ninguna obra!”. Pero en efecto, sólo es una broma. Pasar por la escuela te ayuda a crecer, a que el cerebro te funcione de otra manera, te ayuda a vivir. Además, esos primeros pasos son un material muy fértil a la hora de contar historias. Es verdad que no aplico el cálculo diferencial, pero sus huellas me han servido para entender mejor la vida.

Muchos pedagogos insisten en la importancia del juego en la educación. Cuando uno piensa en escuelas de actuación, uno imagina que los alumnos se la pasan todo el tiempo jugando, divertidos. ¿De verdad es así?

Sin duda en la actuación es indispensable jugar y divertirse. Pero saber eso no significa que una realmente lo aplique. Durante muchos años fui muy “cuadrada”: creía que existía un régimen, una técnica que conducía a la perfección. Era el único camino que veía frente a mi: no me divertía, no jugaba. Pero los años, y el encontrarme con actores que disfrutaban mucho más que yo, me fueron enseñando que si te paras en un escenario y no juegas, tu actuación se va apagando. ¡Y estoy segura de que esto no pasa nada más en mi carrera! Sin placer, cualquier actividad se volverá aburrida. Yo he tenido que romper mis moldes para sentirme cada vez más viva.

¿Te acuerdas de algún momento especial en este proceso de quitarte el miedo?

Un día, durante una grabación, me tocaba representar a una chica que está arreglando a una amiga, horas antes de su boda. Están frente al espejo, y la novia ―la otra actriz― ya tiene su peinado. Todo va perfecto. Yo, ¡claro!, dado que siempre pensaba que “solo hay una manera de contar una escena”, me imaginaba que las cosas transcurrirían en una nube de ilusión y belleza. Así que cuando se escuchó la palabra “¡Accion!” y aquella actriz se subió a brincar a la cama, emocionadísima, todos los esquemas de mi cabeza se rompieron: “¡No ―pensé―, ¿cómo va una novia a subirse a brincar a la cama?! ¡Es obvio que no se quiere despeinar!” En los siguientes dos segundos, miles de “así no debe ser” pasaron por mi mente mientras veía a la actriz disfrutando y tendiéndome la mano para que me subiera a la cama con ella. Entonces tuve que decidir: me quedaba abajo, necia con que así no se hacían las cosas, o entraba al juego de esta novia diferente que decidía saltar de emoción en el día de su boda, aunque ya estuviera peinada. Elegí lo segundo… ¡Y la escena funcionó muy bien! ¡En la vida no te puedes quedar quieto a mitad del camino, fijo a lo que tenías planeado o a lo que, quién sabe por qué motivo, imaginabas que era lo correcto! Uno piensa que lo perfecto, lo controlado, es más “bonito”, pero muchas veces en el caos se encuentran matices más interesantes.

“Pasar por la escuela te ayuda a crecer, a que el cerebro te funcione de otra manera, te ayuda a vivir. Esos primeros pasos son un material muy fértil a la hora de contar historias”.

Hay una frase: “Si intentas controlarlo todo, pierdes el control”.

Sí, tiene mucho que ver con lo que me pasaba: verás, yo no sólo tenía una visión de actriz sino también una especie de visión de director; es decir, al mismo tiempo que estaba en escena pretendía estar afuera, viendo cómo sucedían las cosas. ¡Era una necesidad tonta de controlar lo que no se debe controlar! Con los años, uno va aprendiendo algo que también se aplica en la vida: a subirte a la ola tal como viene.

O sea que, a diferencia de mucha gente, tú has tenido que aprender a desordenarte.

Ja, ja, ja, así es. Toda mi infancia, hasta que entré a la escuela de actuación, recibí una educación de danza, en donde la disciplina, el orden y la constancia funcionaban muy bien. Era un lugar en el que me sentía muy cómoda, y es que el orden te marca límites, te dice para dónde ir. En él no hay subjetividad.

¿Qué te decían tus maestros sobre ese perfeccionismo tuyo, ese terror a llegar despeinada a tu boda con El Arte?

Mira, seguramente mis maestros me incitaban al juego, pero a veces la cabeza de una está llena de ideas que no te permiten escuchar, y es hasta después ―con la madurez y la práctica― que empiezas a oír, a voltear hacia afuera y a callar las voces de adentro. Me imagino que en la escuela me pedían que jugara, pero seguramente yo lo intentaba sólo lo necesario para cumplir: mi perfeccionismo no me habría permitido arriesgar mucho.

¿Qué otras cosas has ido aprendiendo?

Pasé los primeros 10 años de mi carrera siendo muy tímida, creyendo muy poco en mí misma. Ponía como pretexto que para proyectarme realmente como actriz tendría que “venderme” a una industria en la que yo no creía mucho (aunque lo cierto es que no la conocía). Entonces llegó a mi vida un proyecto especial, el personaje de Mónica Robles, de la serie El señor de los cielos. Mónica me obligó a sentirme sexy, guapa, poderosa, dueña de las circunstancias: por primera vez tuve que crear todo eso para mí, y lo hice a través de la actuación (aquel personaje se volvió muy famoso y llegó a sonar mucho en la televisión hispana en Estados Unidos: le hicieron memes, había gente que repetía sus dichos sin conocer el programa). Entonces aprendí que si yo podía crear eso en escena era porque estaba dentro de mi, que yo tenía esa fortaleza, esa garra, que tenía sobre todo el poder de verme diferente a mí misma, y de llevar eso a la vida. Así pasa con los diferentes personajes: ves dentro de ti, aprendes acerca de la condición humana, visitas muchas facetas de ti mismo.

¿Y al revés? ¿De qué manera llevas a escena lo que aprendes en la vida?

En esto hay dos puntos importantes: por una parte, una siempre aplica en escena cosas de su propia vida. Sin embargo, hay en esto una especie de trampa con la que hay que tener cuidado. Me pasa a mí y he escuchado que a otros actores también: a veces, cuando te ocurre algo en la vida real, aparece de pronto en tu cabecita un director que te dice: “Cuando tengas que actuar algo como lo que te está pasando, acuérdate de este momento para usarlo en escena”.  No, no te puedes “entrenar conscientemente” en la vida. Sin embargo, una cosa es no entrenarte conscientemente y otra es comprender que en la vida todo está conectado.  Ese es el otro punto importante del que te hablaba. Como actriz o actor, todo el tiempo estás nutriéndote, nutriendo esa especie de bomba de vivencias que eres tú mismo: bomba de ideas nuevas, de emociones nuevas. Yo, por ejemplo, estoy disfrutando mucho a mi bebé, con él dejo de pensar en subir a escena. Pero también he ido aprendiendo muchas cosas a su lado (por ejemplo, ahora entiendo mejor a las mamás). Claro, no es que diga “Esto es para cuando actúe de mamá”, pero seguramente un día llevaré a escena lo que estoy viviendo. Siento que para mi no hay dos formas de vida, sino un contacto constante y muy personal con todo lo que me rodea.

“Contar historias es algo que transforma a los seres humanos”.

Siguiendo con esta unión de realidades, da la impresión de que en tu caso y el de otras celebridades, hay una especie de doble profesión: por una parte, actriz, y por otra parte, figura pública. ¿Existe algún tipo de formación para desempeñar la segunda, o es algo que se tiene que aprender de manera totalmente autodidacta?

Sí, en efecto, es una doble profesión y, sí, ja, ja, debería haber cursos para sobrellevarla. Cuando yo estudiaba actuación no existía nada por el estilo, no sé si ahora en algunas escuelas se enseñe cómo desenvolverte en la vida como figura pública. En el pasado, parte de la magia era ver al actor en escena y no saber nada de él fuera de ésta. Hoy en día, con las redes sociales, eso es imposible. Las redes tienen sus ventajas, claro, como acercarte más a la gente que te sigue, informarle de tus proyectos pasados o futuros, inspirarla en cosas que no tienen que ver con la escena. Pero el problema es que hoy hay más hambre de conocer cada segundo de la vida personal del actor que de su trabajo. Por eso, una misma debe tener muy claros sus límites como persona y como personaje, y dejárselos muy claros al público. Lo que yo he aprendido al respecto es a acercarme a la gente tratando de ser muy honesta sobre quién soy, sobre lo que quiero compartir y lo que no. Pero a veces todo esto se hace tan complicado, que creo que sí, que alguien debería guiarte de alguna manera en esto de ser figura pública, ja, ja.

La tradición actoral es quizás tan antigua como el ser humano. Los “maestros” en este arte se remontan a tiempos legendarios. ¿Cómo vives el ser heredera de una vocación tan importante?

Contar historias es algo que transforma a los seres humanos. Pertenecer a esa tradición me llena de honor, pero también me hace sentir muy responsable, tanto que vivo mi carrera como una misión de vida: cuando otros escuchan tu voz, abren su cerebro y su alma a lo que dices, y es posible que empiecen a entender el mundo desde tu visión. Este honor merece entrega, merece que vivas siempre la actuación como el sueño que fue para ti desde un inicio.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0