Punto Blanco: el Tec en la espiritualidad

Conoce cómo se creo el Punto Blanco, espacio de silencio y reflexión del Tec de Monterrey.

Punto Blanco: el Tec en la espiritualidad
Foto: DistritoTec
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Tengo, desde hace varios meses, la deuda de escribir sobre Punto Blanco, una de las áreas del Tecnológico de Monterrey menos conocidas pero a mi parecer más significativas en el contexto educativo contemporáneo. Descrito inicialmente como Espacio de silencio y reflexión, fue concebido por la filósofa y teóloga Martha Eugenia Sañudo Velázquez, quien al llegar al TEC ─ella misma nos cuenta─ extrañó la presencia de un espacio que favoreciera el desarrollo espiritual, de una forma ecuménica (es decir, inclusiva de todo tipo de creencias y religiones) y conectada con el arte y la cultura. En 2014, recuerda, “… les compartí mi inquietud al entonces Rector David Noel Ramírez Padilla y a la esposa de Eugenio Garza Lagüera,*** Eva Gonda Rivera. Ambos se entusiasmaron con el proyecto y brindaron su inestimable apoyo. El 15 de febrero de 2017 Punto Blanco abrió oficialmente sus puertas”.

La palabra entusiasmo me gusta especialmente en su sentido etimológico, aunque casi nunca se aplica así. Según un diccionario que me parece serio e interesante, en su acepción original el entusiasmo es el estado de ánimo de quien “lleva un dios dentro”:  un “fervor interior” que parece provenir “de alguna fuerza superior a la nuestra”. ¿Mereció esta acepción aquel entusiasmo del rector y de Doña Eva Gonda, que Martha describe? Probablemente. Lo cierto es que después de aquellas primeras pláticas, comenzó a construirse para Punto Blanco ─en el campus Monterrey─ una sede propia, la cual si bien no admite el calificativo de templo, sí puede considerársele más que un edificio.

Hace poco menos de un año fui a visitarla. Me invitó Eloísa Heredia, actual directora nacional de Punto Blanco, quien había leído mis escritos en este Observatorio, y sintiéndose identificada, se animó a proponerme ofrecer una charla en aquel recinto. Llegado el día, viajé a Monterrey y me dirigí al campus. Guiado por Eloísa, comencé el recorrido. Recuerdo la deliciosa experiencia de caminar bajo el bullicio del lugar, entre cientos de jóvenes, y también mi fascinación al ir descubriendo los tres o cuatro pianos que están distribuidos aquí y allá en el campus, y que algunos chavos se sientan a tocar espontáneamente. La espiritualidad ya estaba presente.

Entre prados y serpenteantes veredas de concreto y edificios múltiples (diversos y unitarios, como haciendo honor a esa unidad en la diversidad que corresponde a toda Uni-Versidad), pude visitar el Árbol de la Fraternidad, ejemplar de sabino cubierto con tierra de diferentes estados de México y de países del mundo, como monumento natural en el que cada año se festeja “la diversidad y la hermandad”.

La caminata bajo el sol regio nos llevó al salón en el que Eloísa impartiría su clase Claves de la felicidad para el florecimiento humano. Saludé a los alumnos, hicimos una breve meditación y platiqué con ellos un buen rato antes de salir todos juntos hacia la sede de Punto Blanco.

Punto Blanco Tec de Monterrey
Foto: DistritoTec

Diseñada por el arquitecto Alberto Kalach, la construcción no se descifra a la primera mirada: hay que irla descubriendo, primero por fuera y después poco a poco por dentro: espacio múltiple donde cada estancia tiene un aliento de intimidad, meditación y experiencia humana. Recuerdo en especial El Refugio, un pequeño y acogedor recinto, aislado del resto por una gruesa cortina, donde cualquiera que lo solicite puede acudir a charlar con algún guía espiritual, ya sea un sacerdote católico, un pastor protestante, un rabino, una maestra budista o quien sea de su preferencia (recordemos el carácter ecuménico del proyecto, debido al cual ─por cierto─ Eloísa prefiere hablar, no sólo de espiritualidad, sino de espiritualidades, consagrando así el lugar a la diversidad y las diferencias). En el corazón de Punto Blanco late hermosamente un amplio y redondo espacio donde se respira un aire de meditación. Encima de él se encuentra El Agora, la sala de charlas, que tiene uno de sus muros abierto al cielo (en este momento, esto me hace pensar que Punto Blanco fue concebido como un cuerpo humano que se comunica con el mundo a través de esos ojos).

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Mujer suave, profunda y práctica, Eloisa Heredia dirige el lugar con la paciencia y dedicación necesarias para sostener la presencia de Punto Blanco en medio del bullicio universitario, más propenso a la agitación y a la prisa que a pensamientos espirituales. Como directora nacional, su misión es también extender el concepto por todos los campus del TEC del país, de los cuales ya varios se han unido al esfuerzo: Ciudad de México, Santa Fe, Estado de México, Sinaloa, Querétaro, Chihuahua, Saltillo, Puebla. Para ser parte de Punto Blanco no es necesario destinarle un área física grande ni invertir mucho: según me explica Eloísa, basta una pequeña estancia o incluso un rincón en un jardín, y la voluntad de llevar este apoyo singular a la comunidad del campus.

Punto Blanco es parte de una comunidad académica y por lo tanto dialoga con todo tipo de saberes, y convive con todo tipo de inclinaciones y necesidades humanas. En uno de sus niveles, es un espacio donde los miembros de la comunidad escolar pueden hallar un refugio al estrés diario. Pero no sólo de una forma pasajera. Punto Blanco no pretende ser una salida rápida y temporal a las preocupaciones, y mucho menos la versión TEC de esos nuevos dispositivos que empiezan a instalarse en algunas empresas para que los empleados se tomen una pausa relajante, toda vez que se ha demostrado que así recuperan e incluso mejoran su productividad. Punto Blanco no fue fundado pensando en la productividad de los alumnos. La espiritualidad que busca sí es un apoyo para el bienestar cotidiano, para la reducción del estrés y la ansiedad, para la concentración, y dentro de todo esto, ¿por qué no?, para la superación de obstáculos psicosociales moderados o serios (trastornos emocionales, mentales, etc.), pero siempre “desde una perspectiva interna, (desde) la construcción de un significado propio, cargado de emotividad significativa para el sujeto”.

Punto Blanco Tec de Monterrey
Foto: DistritoTec

Durante la visita, Eloísa me cuenta que Punto Blanco y otras áreas del TEC llevan a cabo en estos días una investigación conjunta en busca de evidencia científica sobre los efectos positivos de la meditación. El documento Despliegue Nacional de Punto Blanco. Lineamientos y referentes, es claro al respecto. “La acción de Punto Blanco es plural y al mismo tiempo académica, considerada la importancia de darle un fundamento teórico y de encontrar el fin espiritual en todas las disciplinas: artes, matemáticas, lenguas, etcétera”. Fundamento teórico: es decir, un abordaje que busca lo razonable y objetivo; el encuentro con uno mismo sin excluir lo científico sino más bien intentando reducir la brecha entre todo tipo de pensamientos y vivencias.

Admitamos que a veces se necesita muy poco para lograrlo. Tengo como ejemplo la práctica de mindfulness, que Punto Blanco recomendó como parte de su programa de apoyo durante la pandemia. Como a muchas otras personas, la palabra mindfulness siempre me había remitido ─en mi enorme ignorancia─ a una práctica exclusivamente espiritual (incluso medio pseudocientífica). Pues bien, hace poco participé en la creación de un curso virtual, muy riguroso en términos científicos, sobre trastornos por consumo de opioides (heroína, fentanilo y esas cosas), y me sorprendió encontrar entre los tratamientos para la rehabilitación el uso de esa técnica. Es un hecho que la ciencia ya le ha reconocido al mindfulness cualidades útiles para el desarrollo de la autorregulación y para la recuperación y fortalecimiento de habilidades de convivencia.

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A diferencia de otras prácticas, la espiritualidad no es excluyente, no es sectaria. Uno de sus campos fundamentales es el del encuentro con los demás, de la generosidad, y servicio y amor al prójimo. Por eso, Punto Blanco no se limita a ser un programa más para los miembros del TEC. Uno de sus objetivos fundamentales es ligar a éste con las comunidades de las que forma parte, empezando por los entornos sociales inmediatos, por lo general urbanos. Para el TEC, Punto Blanco resulta “una oportunidad de vincularse con las ofertas culturales y espirituales de la ciudad, e incluir a la comunidad (externa)”. Por lo que entiendo, las actividades de Punto Blanco están abiertas al exterior y se promueven buscando siempre ese acercamiento.

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El encuentro consigo mismo y con los otros son dos campos de la espiritualidad que Punto Blanco intenta abrazar. Hay un tercero que, como se explica en el documento Despliegue…, “engloba las preocupaciones por entender la existencia en relación con un todo más amplio. Su tema de interés va más allá de lo que los sentidos perciben. (En este campo de lo espiritual) la vida y la muerte adquieren un significado profundo (y) atañen al origen mismo de la existencia humana y del todo circundante”. Me queda claro que con este sentido trascendente (lo “que está más allá de todo conocimiento posible”, según el diccionario), las acciones de Punto Blanco cierran el círculo de la espiritualidad y convierten a esta instancia universitaria en una verdadera innovación en el ámbito contemporáneo.

Todos somos testigos de una especie de boom mundial de prácticas asumidas como “espirituales” por quienes las realizan. En todas partes proliferan organizaciones que ofrecen orientación en el desarrollo de esta dimensión trascendente. A la vez, la ciencia recrudece sus puntos de vista materialistas, y se distancia de otras maneras de sentir y pensar, cuestionando ─pero sin poder eliminarlas─ las extrañas fusiones que se crean entre verdades científicas y experiencias místicas. En ambos bandos surgen maestros sabios así como falsos profetas, y el conocimiento de nuestra realidad tiende a polarizarse sin que haya visos de un entendimiento posible. En este complejo contexto, el que una institución como el TEC abra una espacio donde al menos se pueda reflexionar al respecto, resulta un avance indescriptible.

¿No deberíamos llevar esta reflexión de vuelta a las aulas? Resulta extraño que las instituciones educativas insistan en mantenerse al margen de una discusión que ya es crucial en muchas familias y comunidades. Mi propuesta es que se integren a la educación, de manera formal, numerosos temas sobre espiritualidad que fluyen ya como parte de la cultura general, quedando bajo la orientación de expertos de todas las tendencias (incluyendo agnósticos y ateos).

En el caso del TEC, Punto Blanco sería el coordinador ideal de un esfuerzo así, abriendo sus espacios para que la discusión fluyera en un ambiente de meditación, escucha y favorable a la posposición de los intereses personales. Estoy seguro de que muchos recibiríamos con entusiasmo una noticia semejante.

*** Eugenio Garza Lagüera, fallecido en 2008, fue hijo del fundador del TEC, y presidente vitalicio de éste. A él le está dedicado el proyecto Punto Blanco.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0