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En la obra La Tempestad, de William Shakespeare, uno de los personajes exclama: “Estamos hechos de la misma materia que los sueños”. Estoy seguro de que, en alguna otra de sus obras, el dramaturgo inglés expresa también la idea complementaria ―simple y contundente― de que el arte hace realidad los sueños. Con ambas nociones podríamos urdir una tercera idea (que seguramente también está en algún texto de Shakespeare): la de que el arte es real mientras que la realidad no lo es. Yo estaría de acuerdo: la poesía tiene más materia de realidad que eso que llamamos “realidad”, salvo cuando a ésta la atraviesan el espíritu poético, el hálito de la belleza, la ternura del bien y, finalmente, la más perfecta expresión de todos ellos: el simple y sencillo amor.
(Regalado por una especie de magia, se me aparece ―después de escribir el párrafo anterior― la siguiente cita de Aristóteles en un post en Facebook: «La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas…”.)
Empecemos por algunos datos generales sobre la novela que quiero comentar aquí; comentarla y recomendarla, no sólo para los lectores en general sino muy puntualmente para los maestros de preparatoria que buscan textos de escritores mexicanos contemporáneos para incluirlos como material de lectura en sus clases: textos amenos, apropiados para jóvenes y con valores literarios que permitan establecer paralelismos con los de la tradición universal. Umbra Sumus tiene estas tres cualidades, a las que añade la de aludir a hechos históricos, a descubrimientos científicos y a reflexiones filosóficas y cosmológicas que pueden hacer aún más interesante su lectura en el contexto escolar. En clases de español y literatura de todo el país rondan ya textos de Flor Aguilera, Verónica Murguía, Juan Carlos Quezadas y José Luis Trueba (por mencionar algunos que sé que están presentes en las aulas del TEC). La nueva novela de Gonzalo Soltero puede muy bien aumentar el acervo.
No es una novela histórica, aunque habla de hechos “de la vida real” asociados con las muertes de Shakespeare y Cervantes (ocurridas exactamente en la misma fecha: 26 de abril de 1616), con las teorías científicas que surgen alrededor de Newton y se desarrollan a lo largo de los siglos, y con el interés que se sabe que el Cisne de Avon (así le llaman a Shakespeare) y muchos de sus contemporáneos tenían por las ciencias ocultas, la magia, la alquimia, el esoterismo, el hermetismo, la cábala y todo tipo de prácticas que intentan traer lo invisible y secreto al mundo de lo luminoso y visible.
Parte central de la trama de Umbra Sumus es la dualidad entre esas dos realidades, la visible (real, histórica) y la invisible. En la primera, las cosas son sólo como son, y por terribles que resulten, eso (su “realidad”) nos tranquiliza, o por lo menos nos aparta de sobresaltos metafísicos aún más difíciles de soportar; en cambio, en el mundo secreto, invisible ―donde luchan las fuerzas primigenias de la creación―, no sólo está comprometida nuestra vida terrenal sino también nuestra vida eterna. Adentrarse en ese mundo es enfrentarse cara a cara con fuerzas que nos pueden perder para siempre.
Ante ese peligro sólo existen dos alternativas, dos antídotos, dos ingredientes mágicos: uno es el que emerge de un poder oscuro que, siendo cósmico en su esencia, se materializa entre nosotros como poder político y económico, como crimen, tortura, amenaza, supremacía del terror. Ese ingrediente otorga a quien lo posee el dominio sobre la materia, los hechos y las demás personas, y le abre las puertas ―si así lo quiere él― a una oscura cofradía milenaria que promete a sus miembros hacer del mundo un lugar habitable (habitable para ellos, claro, no para sus víctimas). El otro ingrediente mágico ―contrario al anterior― es el que destilan los grandes escritores al transmutar las palabras en realidad y los sueños en vida material, ayudando así a que el mundo aterrador se recomponga. La literatura nos provee de herramientas para saltar hacia la realidad, oponernos a la milenaria y oscura secta, y ganar un poco de espacio también para la luz (“la luz que se alimenta de las decisiones que tienden hacia ella”, dice Gonzalo Soltero). Salto hacia la realidad, decisión… ambas ideas me recuerdan la frase de otro gran escritor, Ambrose Bierce: «Si deseas que tus sueños se hagan realidad… ¡despierta!».
Es en ese sentido que la literatura transforma al mundo. Se dice que después de leer un libro, somos otros; yo diría que tenemos la oportunidad de serlo, es decir que el texto literario nos abre la oportunidad, pero que está en nosotros el aprovecharla. En Umbra Sumus esa decisión, ese clímax, forma parte de la trama, y es algo a lo que se enfrenta el protagonista: ¿está dispuesto a aprovechar de verdad los dones mágicos que la literatura ha sembrado en él? No es raro que esa oportunidad se nos presente como lectores de Umbra Sumus, es decir, que al leer nos ocurra lo que la novela narra como ficción. Hay en la literatura universal muchos textos que describen la magia de la literatura sin crearla ellos mismos. Umbra Sumus no es así: tanto al protagonista como a nosotros los lectores, su final nos abre la oportunidad de saltar hacia una vida verdaderamente real: «Mientras la humanidad mantenga la luz en la mirada, seguirá esta historia, que en realidad apenas comienza, pues su fin es darnos un principio”.
Pero vayamos al principio-principio de la novela. Reinaldo Hilsen, un joven investigador mexicano que trabaja en Londres, intenta dar unos últimos brochazos a sus estudios shakespearianos antes de ser expulsado de la Isla por descuidos migratorios. En esas está cuando un incidente inesperado lo saca de su inercia y lo arroja por un tobogán de peripecias que de inmediato rebasan su inicial móvil académico. Conforme cae, se le va revelando la existencia de una organización china criminal milenaria, autodenominada “Umbra Sumus”, que se ha extendido secretamente por todos los rincones del mundo, incluyendo la Biblioteca Británica ―cuyos hiper-resguardados volúmenes ella manipula con total libertad― y el mercado de La Merced de la Ciudad de México, en cuyos sótanos la secta mantiene trabajando en condiciones de miseria a familias enteras de esclavos orientales.
La novela es, como anuncia la contraportada de libro, un thriller esotérico en el que aparecen no pocas pistolas, dagas, tabiques asesinos, espías, persecuciones, crímenes, saltos desde ventanas, mazmorras frías y húmedas, traiciones, falsos amigos, falsos enemigos… páginas y páginas de escalofriante y placentera acción, cuya agilidad la misma contraportada no vacila en describir como “velocidad fulminante”.
El hilo conductor (más bien los hilos, pues son varios) van entretejiendo una trama con, por lo menos, dos coordenadas de lectura (es decir, sus acontecimientos pueden interpretarse de dos formas): por una parte, la historia puede entenderse como la de una conspiración internacional a la que alimentan fuerzas sombrías, y por otra como la de la progresiva inmersión en la locura por parte de Reinaldo, quien ve por todas partes moros con tranchetes: verdadera dualidad y constante duda del lector, porque los tranchetes parecen bastante reales. Sin embargo, a pesar de que lo real de la realidad de Reinaldo continuamente nos dice que ésta es cierta, que los chinos sí van detrás de él, también nos recuerda que estemos alerta, que es posible dudar de todo lo que está pasando. Debo confesar que, a mi parecer, el texto tiene algunas leves inconsistencias que hacen confusa la confusión, es decir, que nos hacen dudar de si la dualidad de la trama es intencional o si se trata de un error del autor, mero desorden literario; sin embargo, la recurrente maestría del texto logra despejar muy pronto la duda y sacudirse esas pequeñas omisiones para desplegar ante nosotros un mundo mágico verdaderamente “tejido con la materia de los sueños”.
Ejemplos de ese mundo: si alguien es víctima de una paliza de cantina y enseguida intenta descifrar el trazo de sus heridas como un mapa que lo guiará por las calles de la Ciudad de México, sabremos que está loco. Pero en el mundo dual de Umbra Sumus, tal saber siempre podrá estar equivocado; en él, la pregunta de si estamos en la realidad o en la fantasía no se resuelve apuntando a una de esas dos opciones: podemos pensar y no pensar que sí hay un destino marcado en ese GPS de moretones y arañazos sanguinolentos. De igual forma, cuando Reinaldo se adentra en una relación amorosa, la muchacha en cuestión está cifrada por esa única y doble faz: ella es la más peligrosa miembro de Umbra Sumus y la más cándida y enamorada jovencita del barrio (se llama Regina, y el nombre no puede ser más acertado ―o afortunado, si es que fue la inconsciente fortuna la que se lo regaló al autor―: en el contexto de un hermetismo a la mexicana, el nombre Regina tiene una poderosa carga: es un nombre central en cierto esoterismo más o menos reciente que, más allá de nuestro juicio sobre él, se ha ganado un lugar en la cultura e inevitablemente le regala a la novia de Reinaldo una transparente inocencia y un prolongado misterio).
Tenemos pues una novela apasionante, interesante y sobre todo mágica en el sentido de permitirnos el salto hacia la realidad real del mundo. No todas las experiencias literarias, como digo arriba, terminan en esta oportunidad. Yo, que me sumergí en las páginas de Umbra Sumus, estoy seguro de haber emergido de ellas con la posibilidad de ser otro. Su magia me tocó, dejándome la opción de creer en ella, que es tanto como brindarme el don de usarla. En realidad, esto no puede ser motivo de sorpresa para nadie: esa magia es la promesa de toda la literatura, y no tiene nada de raro que resulte misión cumplida en Umbra Sumus de Gonzalo Soltero.
UMBRA SUMUS, de Gonzalo Soltero, es una publicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y de la editorial Universo de Libros.
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Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0 
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