Comer en tu escritorio es perjudicial para tu salud

Darse el tiempo y el espacio para comer no solo mejora la productividad, innovación y creatividad en el trabajo, también contribuye a la convivencia y el bienestar social.

Comer en tu escritorio es perjudicial para tu salud
Una lectura de 4 minutos

Esta semana voy a iniciar con una pequeña encuesta: ¿qué tan en serio te tomas tu hora de comida?

A. ¿Eres de los que comen en su escritorio (o frente a la computadora)?

B. ¿Sueles bloquear tu calendario a la hora de la comida, pero al final terminas trabajando (contestando emails, checando Slack… etc.) durante esa hora de todas formas?

C. ¿Eres de esas personas a las que de plano a veces se les “olvida comer”?

D. ¿O eres esa persona que se toma el tiempo para sentarse a comer propiamente en una mesa, fuera de la oficina o lugar de trabajo? 

Yo he sido un poco de todo, dependiendo del mes o de la semana, salvo la opción C. He comido tarde, eso sí, pero jamás se me olvida comer. Este año mi meta es comprometerme de verdad a ser el tipo de persona D, esa persona para quien es impensable comer en menos de 10 minutos un triste sándwich en su escritorio. Hay culturas en las que la hora de la comida no se toca, pues es una oportunidad no solo para desconectar del trabajo, sino también para conectar con una misma y otras personas. Francia es un ejemplo.

¿Sabías que, hasta hace poco, en Francia era ilegal comer en tu escritorio?

Así como lo lees. Hace más de cien años, en 1894, el gobierno francés implementó una nueva sección en su code du travail (código laboral) en el que estipulaba que comer en el trabajo es perjudicial para la salud. En aquella época el tipo de trabajo que se realizaba en las fábricas y las condiciones de éstas eran razón suficiente para buscar que los trabajadores salieran, al menos por un par de horas, de sus lugares de trabajo altamente tóxicos, literalmente. Aunque mucho ha cambiado desde entonces, la costumbre se mantuvo y la ley permaneció vigente hasta febrero del 2021, cuando debido a la pandemia y la subida en los contagios por COVID-19, el gobierno francés rescindió la prohibición de comer en el lugar de trabajo. Pero la medida duró poco. En su artículo Covid-19, Workday Lunch and the French Labor Code, Martin Bruegel, historiador del Instituto Nacional de Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente en Francia (INRAE por sus siglas en francés), defiende el propósito histórico y contemporáneo de la prohibición de comer frente al escritorio. Darse el tiempo y el espacio para comer no solo mejora la productividad, innovación, creatividad y compromiso de los empleados, también su bienestar. «La gente es simplemente más feliz cuando se toma un tiempo de inactividad durante la jornada laboral», argumenta Bruegel.

Los beneficios de comer fuera de la oficina se reflejan también en la convivencia social en general, «las personas que comen juntas pueden hablar sobre problemas y pueden resolver tensiones u opiniones diferentes. Crean una cultura en la que es posible tener diferentes puntos de vista», señala Bruegel. En resumen, la hora del almuerzo puede ser un motor para la convivencia. Un bien público, como dice Gregory Warner para NPR.

Escena de la serie «Au Service de la France»

En su momento, cuando leí la noticia de la rescisión de esta ley en febrero del año pasado, recordé un episodio de la serie Au Service de la France (A Very Secret Service), una comedia sobre el Servicio Secreto Francés que fue transmitida en Netflix hace unos años. En uno de los episodios, los agentes secretos franceses recibían a sus colegas americanos de la CIA en sus oficinas, durante una reunión de trabajo se llega la hora de la comida y los franceses, puntuales y sin pensarlo, se paran para salir a comer, mientras que, en contraste, los agentes americanos sacan sus loncheras para comer ahí mismo en el escritorio.

Sobre esta diferencia abismal en las culturas laborales de ambos países, escribe esta semana Anne Helen-Petersen, periodista estadounidense y autora de libros como Can’t Even: How Millennials Became the Burnout Generation (Mariner Books, 2020) y Out of Office: The Big Problem and Bigger Promise of Working from Home (Knopf Publishing Group, 2021). Petersen argumenta que compartir la hora del almuerzo con otras personas es un constructor de solidaridad y advierte que los empleadores están perdiendo la oportunidad de construir culturas laborales sólidas al enfocarse únicamente en la productividad superficial, aquella que creemos ver cuando nuestro jefe o colega no sale a comer y se queda en la oficina. Cuando en realidad, sucede totalmente lo contrario. Diversos estudios muestran que las pausas para la hora de comida aumentan la productividad, beneficiando tanto a empleados como a empleadores.

Pero esta cultura laboral de las “horas silla” no es exclusiva de Estados Unidos. En Latinoamérica tenemos una pésima relación con el trabajo y una carencia de leyes laborales que respalden al trabajador. De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Colombia, México y Costa Rica son los países que más horas trabajan al año en el mundo. Liderando la tabla se encuentra Colombia, en donde el trabajador promedio labora un total de 2172 horas al año (41.7 horas a la semana); le sigue México, muy de cerca en segundo lugar, con 2124 horas al año (40.8 horas a la semana); y en tercer lugar se encuentra Costa Rica con 1913 horas al año (36.7 horas a la semana). Si tomamos en cuenta que el promedio de la OCDE es 1687 horas al año, y que Alemania, un país que se suele distinguir por su productividad laboral, está en el último lugar de la tabla con 1332 horas al año (25.6 horas a la semana), ¿qué nos dice esto sobre la cultura laboral latinoamericana? ¿Qué podríamos aprender de otros países como Francia o Singapur?

Fuente: OCDE, 2020.

Soy consciente de que ninguno de los dos países es perfecto en términos laborales (o culturales) pero sí creo que vale la pena tomar su ejemplo y repensar nuestra relación con el trabajo. Hace unas semanas argumentaba en este mismo espacio que “descansar es un acto de solidaridad”, siguiendo otra reflexión de Petersen sobre burnout y la importancia de pausar, un tema que he tocado muchas veces por aquí. Para finalizar esta breve reflexión, te pregunto de nuevo: ¿qué tan en serio te tomas tu hora de comida? Y agrego otras preguntas: después de haber leído esto, ¿ha cambiado tu perspectiva sobre este tema? ¿piensas hacer algunos cambios en tu rutina diaria?


Hasta la próxima semana.

Karina Fuerte
Editora en jefe, Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación

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