La innovación educativa y la tecnología: hablemos de EdTech

El campo de EdTech frecuentemente se describe como «innovador» pero ¿realmente lo es? ¿O sólo se está usando mal el término?

La innovación educativa y la tecnología: hablemos de EdTech
Foto por: nirat.
Una lectura de 4 minutos

En un artículo que publiqué en este espacio el año pasado, hablaba sobre el término “innovación” y cómo este es malentendido y sobreutilizado, especialmente en el área de EdTech. Constantemente se están creando nuevos proyectos o programas que se autonombran como “innovadoras” cuando es algo momentáneo, no representan ninguna mejora en la educación; no es nada más que una tendencia pasajera.

En su libro Innovación y cambio en las instituciones educativas, el autor Miguel A. Zabalza Beraza escribe que “cuando se asiste a congresos de innovación o a eventos donde el profesorado comparte experiencias sobre cambios introducidos en la enseñanza, las tres cuartas partes de lo que se puede escuchar en ellos tiene que ver con la incorporación de las TIC al mundo de la educación, en todos sus niveles”, comienza diciendo. 

“El cien por ciento de las revistas educativas generales han dedicado números monográficos a tratar el tema y son numerosas las que se han centrado en esa cuestión. Es decir, el mundo de la tecnología y de los nuevos recursos que nos abren al amplio mundo de la información y la comunicación se ha ido adueñando de una gran parte del espacio y del protagonismo en el campo de las innovaciones educativas”.

Constantemente, empresas y universidades buscan “innovar” sacando productos nuevos utilizando la tecnología sin realmente mejorar nada. El director del Laboratorio de Sistemas de Enseñanza del MIT, Justin Reich, escribió para la revista digital Sage que “los evangelistas de la tecnología educativa tienden a describir sus inventos como similares a navajas suizas, capaces de cumplir numerosas funciones y resolver una infinidad de problemas. Pero, en realidad, se parecen más a un montón disperso de herramientas que no coinciden. Muchos son útiles para tareas específicas, pero la colección completa suma menos que la suma de sus partes”.

La realidad es que muchas cosas han cambiado en el mundo de la educación en los últimos años, y gran parte de esto ha sido debido a las TIC, pero como menciona Reich, aunque existen un sinfín de nuevas aplicaciones, plataformas, e inventos, muchas veces estas no suman nada. Es por esta razón que se necesita analizar dónde está la mejora, valorar si su inclusión afecta de manera positiva el aprendizaje de los estudiantes o no. 

En su libro, Zabalza hace mención de Nicholas Carr y su libro Superficiales, ya que habla de qué está haciendo el internet con las personas y se refiere a las TIC como el “ecosistema de tecnologías de la distracción”. Sobre esto, Zabalza escribe que “intentar leer mientras haces un rompecabezas, eso es Internet para este autor que llega a esta conclusión tras haber analizado su propia evolución como usuario compulsivo de las redes sociales. Un día descubrió que ya no era capaz de leer un libro o un texto amplio. Necesitaba interrumpir cada poco la lectura, fijarse a otras cosas, revisar sus emails”.

Para Carr, las “innovaciones” tecnológicas no han mejorado para nada como piensa la gente, todo lo contrario, “han provocado una especie de isomorfismo entre la estructura de pensamiento y los formatos de comunicación que las redes utilizan: textos cortos, superficiales, heterogéneos y discontinuos. Nuestro cerebro se acostumbra a recibir numerosos estímulos simultáneos y eso le dificulta la capacidad de centrarse en algo más estable y que exige concentración”, dice Zabalza. 

Incluso algo tan comúnmente utilizado en las clases como el Power Point ha recibido críticas por no mejorar el proceso de pensamiento de las personas. Un ejemplo de esto que menciona Zabalza es el profesor Edward Tufte, quien publicó en el 2003 “The Cognitive Style of PowerPoint”, en el que su mayor crítica gira a que no tiene buena resolución a la hora de ser proyectada, además que se necesita abreviar mucho la información.

Tufte escribió que “la conveniencia del Power Point para el orador puede resultar costosa tanto para el contenido como para la audiencia. Estos costos resultan del estilo cognitivo característico de la presentación Power Point estándar por defecto: escorzo de la evidencia y el pensamiento, baja resolución espacial, una estructura de ruta única profundamente jerárquica como modelo para organizar todo tipo de contenido, dividir la narrativa y los datos en diapositivas y fragmentos mínimos, secuenciación temporal rápida de información escasa en lugar de análisis espacial enfocado, decoración llamativa y una preocupación por el formato, no por el contenido, una actitud comercial que convierte todo en un argumento de venta”. 

El autor Frank Frommer coincide con Trufte, él argumenta que utilizar esta herramienta alude al lenguaje encogido, el cual reduce el razonamiento y el análisis a meramente aprender eslóganes, además que él considera que saturan no sólo los discos duros, pero los cerebros. 

En este sentido, actualmente con tantas herramientas tecnológicas como e-books, tabletas, computadoras, celulares, e incluso las consolas de videojuegos, que están a nuestro alcance, saturan de información a los jóvenes, al punto donde “la información se ha convertido en distracción, en diversión, en una forma de ocio más que una herramienta de realización personal”, según dijo Barack Obama a los estudiantes de la Universidad de Hampton.

Cada vez son más los estudios sobre cómo estas tecnologías impactan las capacidades de las personas, lo cuál permitirá saber si esto realmente es una innovación o tan sólo una moda pasajera. Será interesante investigar cómo el aprender de manera remota ha impactado la estructura de pensamiento de los estudiantes. Un estudio de Smile Foundation, en India, que comenzó a indagar sobre este tema, descubrió que un 58 % de los educadores encuestados sentían que las infancias perdieron habilidades sociales y se distraen fácilmente después de la pandemia de COVID-19. 

Para que consideremos algo como una verdadera «innovación», ésta tiene que venir acompañada de una mejora. A través de ella, se busca resolver un problema o atender una necesidad. Sin embargo, en muchos casos esto no sucede porque o no se tiene claro qué se quiere solucionar, o este no resulta pertinente. Es algo que se está imponiendo en lugar de ser intencional. 

En los últimos años se han visto un sinnúmero de “innovaciones educativas”, están en todas las revistas del área y en los congresos e incluso se asocia como sinónimo de ser “bueno” si se es innovador; pero pocos se detienen a pensar si estos cambios realmente son innovaciones o no, si en verdad impactan la manera en que aprende el alumnado o no, si el docente sabe aplicarla y la entiende o no, etcétera.

Así que, lector, lectora, te invitamos a que nos des tu opinión: ¿te has encontrado con llamadas “innovaciones” que no quedaron en nada? Según tú, ¿cuáles han sido las mejores innovaciones de los últimos años? ¿Crees que si un profesor no es innovador es un mal profesor? ¿Alguna vez te has sentido presionado por innovar?

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0