El secreto mejor guardado de los profesores

“Yo pensaba que sí escuchaba a mis estudiantes. ¡Mentira!, no los escuchaba, solo esperaba que terminaran de hablar para corregirlos”. Conoce la experiencia de un profesor.

El secreto mejor guardado de los profesores
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Una lectura de 6 minutos

“No solo los estudiantes hacen trampa en los exámenes, también los profes hacemos trampa”.

Un famoso meme sobre la vida del estudiante nos describe tres instancias importantes: la primera, es sobre el trabajo que realizan los alumnos en clase, podríamos decir que tiene una dificultad parecida a la suma del tipo “1+1”; la segunda instancia, es respecto a la tarea en casa, donde la dificultad sube un poco más, parecida a la suma del tipo “3+7”; finalmente la tercera instancia, es sobre el examen, cuando les planteamos un problema similar al siguiente “Juan tiene cuatro manzanas, él se come una y le da otra a su amigo. Calcule la masa del sol”.


Imagen 1 “Flipping Tables”. La instancia original de esta imagen y su primera aparición en la web son desconocidas.

Imagen 1 “Flipping Tables”. La instancia original de esta imagen y su primera aparición en la web son desconocidas.

¿Cuál es el mensaje que nos envían los estudiantes con este meme? ¿Por qué no les enseñamos a calcular “la masa del sol” en clase?

Tengo más de 20 años de experiencia docente. Después de varios años de impartir clase, me di cuenta de que no enseñaba cómo abordar problemas nuevos, usando problemas nuevos para mí. En realidad, “actuaba” como si hubieran sido nuevos para mí cuando en verdad no lo eran.

Respondiendo a las interrogantes de arriba, considero que la percepción de los estudiantes que crearon ese meme es, que no les enseñamos a resolver problemas nuevos enfrentándonos -nosotros los profes- a problemas nuevos. Sobre el segundo interrogante podemos enseñarles cómo calcular la masa del sol, por supuesto que podemos y lo hacemos, llegamos al resultado y esto es importante, sin embargo, el proceso para llegar al resultado es la clave.

“Empecé a escuchar genuinamente a mis estudiantes cuando, -de verdad-, pasaba el tiempo y no tenía ni la más remota idea de qué hacer con el bendito problema”.

¿Cómo podemos enseñar a resolver problemas a los estudiantes que también son nuevos para los profesores?

En este artículo les contaré mi experiencia al respecto. Hace más de 10 años me enfoqué en estudiar cómo desarrollar la creatividad de los estudiantes. En el 2018, diseñé e implementé junto a otros profesores, una prueba piloto sobre un taller de resolución creativa de problemas. Más allá de obtener un valioso feedback de los estudiantes relacionado con la forma en que los profesores enseñamos y que los estudiantes aprenden, quise experimentar cómo enseñar a resolver un problema que era nuevo para mí. A continuación, les comparto lo que sucedió:

Le pedí a un exalumno si tenía algún problema interesante para resolver. Efectivamente, me envió un problema que no conocía, era similar al cuadrado de un Sudoku, pero su resultado no era fácil de encontrar a primera vista. Mi exalumno se llama Jeremías, por ello, bautizamos el problema como “El cuadrado de Jere”. Impartí una clase enseñando cómo se resolvía, -sin nunca haberlo resuelto, y sin saber si tenía solución-.

Los estudiantes estaban al tanto de que nos centraríamos en el proceso, y que podía darse el caso de que luego de un tiempo considerable de intentar resolver el problema, no llegáramos a ningún resultado… ¿Qué? ¿Un problema sin ningún resultado? Exactamente.

Para que se comprenda mejor, les comparto los principios de diseño del taller en el que se dio esta experiencia:

  • El profesor debe explorar los problemas sin conocer la solución de estos.

  • La estrategia de aprendizaje se basa en metodologías activas.

  • No es una clase magistral (teórica ni expositiva).

  • Los estudiantes son los protagonistas.

  • El trabajo en equipo es el modo elegido para que los estudiantes resuelvan problemas.

  • La cantidad de estudiantes por curso no supera los veinte estudiantes.

  • El espacio de reflexión siempre tiene un lugar fundamental.

  • El error no es penalizado, es fomentado.

  • El aprendizaje se centra en el proceso de resolución y no en el resultado.

  • La mayoría de los problemas no tienen solución única o una única manera de resolverlos.

  • La resolución de problemas no termina con la primera solución encontrada.

  • El profesor debe generar un contexto favorable para el aprendizaje (uso del humor para crear un ambiente psicológicamente seguro).

Con los principios listados anteriormente, y con la firme creencia de que la creatividad y el humor contribuyen al aprendizaje, me lancé a enseñar cómo resolver el “Cuadrado de Jere”. Pero ¿Cómo se resuelve un problema si desconozco la solución y cuál es el valor de hacer esto?

Permítanme abordar la última pregunta en primer lugar. En los últimos años, la creatividad ha sido una habilidad clave mundialmente reconocida para el siglo XXI. Pensemos en qué tipo de situaciones es crítico utilizar esta habilidad, ¡sí, adivinaron! Cuando nos enfrentamos a problemas que nunca habíamos resuelto. Una vez evidenciado el valor de esta actividad, respondo la primera parte de la pregunta. El secreto es que los profes dejemos de hacer trampa, nos olvidemos por un tiempo de los resultados y nos centremos en el proceso para que los estudiantes confíen que pueden mejorar y por ende aprender.

De la experiencia, verifiqué algunos principios y otros emergieron. Tres fueron clave: 1) pensar alternativas en voz alta, 2) aceptar y fomentar el error, 3) y sobre todo, escuchar -de manera genuina- a los estudiantes.

Como no tenía en mente ninguna metodología ensayada para resolver el problema, y obvio no tenía idea del resultado, tuve que explorar alternativas. Para que los estudiantes me pudieran seguir, tuve que “pensar en voz alta”, ese fue el primer aspecto clave. Entonces, sobre la marcha, proponía distintos caminos a probar aceptando el riesgo de que podrían no conducir a ningún lado.

Es importante probar en serio y no actuar con propuestas del tipo, “a ver qué pasa si hacemos esto” -cuando en realidad sólo por el tono en que se lo proponemos a los estudiantes, ellos ya se dan cuenta que eso no va a ningún lado-.

En relación con este tipo de pruebas, que aparentemente no conducen a “ningún lado”, en realidad no conducen a un resultado inmediato, pero sí podrían conducir a nuevas ideas que finalmente nos hagan llegar al resultado. ¿No es lo que hacen los científicos y académicos para crear conocimiento?

Con el ejercicio de prueba y error en ocasiones se llega rápido al resultado y otras veces no, sin embargo, aprendemos, de eso se trata. Esto fue parte del segundo aspecto clave, aceptar y fomentar el error. No queremos llegar rápido al resultado, queremos aprender del proceso.

Otro aspecto interesante, fue que en el proceso íbamos reflexionando para ver por qué tal o cual camino no conducía a nada, y con eso construimos criterios de modo colectivo para inferir si nuevos caminos serían interesantes para probar. También se fomenta la paciencia y se valora el tiempo para explorar alternativas para abordar, enfocar, identificar un problema, o como suelo decir, “enamorarse del problema” -y no de la solución-

El tercer aspecto clave fue muy sorprendente, yo pensaba que sí escuchaba a mis estudiantes. ¡Mentira!, antes de este ejercicio no los escuchaba solo esperaba que terminaran de hablar para corregirlos, ¡Qué mal! -Bueno, quizá exagero un poco, pero lo hago para enfatizar mi punto-.

“La creatividad es una habilidad clave cuando nos enfrentamos a problemas que nunca habíamos resuelto”.

Empecé a escuchar genuinamente a mis estudiantes cuando, -de verdad-, pasaba el tiempo y no tenía ni la más remota idea de qué hacer con el bendito problema. Entonces, empecé a valorar las ideas que proponían las chicas y los chicos del Taller. Esto provocó que se sintieran a la par mía, y además sus aportes eran valorados por mí -genuinamente y no para calificarlos o ver si prestan atención, no hacía falta-. También sus aportes eran valorados por sus pares, se sentían protagonistas de la clase, porque el problema lo estábamos resolviendo entre todos, en lugar de sólo “escuchar y entender cómo resuelve el profe” con una actitud pasiva.

El truco fue centrarse en el proceso. No digo que nos olvidemos del resultado, pero no debemos ponerlo como el único objetivo a alcanzar o evaluar. Disfrutemos del proceso, tengamos la humildad intelectual para escuchar propuestas de nuestros estudiantes, y enseñemos a enfrentar la novedad enfrentándola nosotros mismos.

Acerca del autor

Hernan Mavrommatis (mavrommatis@unlam.edu.ar) es Jefe de Cátedra de “Emprendedurismo e Innovación” e investigador en la Universidad Nacional de la Matanza. Su línea de investigación es sobre prácticas de creatividad organizacional en la Universidad de Buenos Aires. Posee en su haber más de una decena de artículos publicados en dicha materia, y fue speaker TEDxUNLaM.

Edición por Rubí Román (rubi.roman@tec.mx) – Observatorio de Innovación Educativa

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0