Opinión: ¿Por qué los códigos de vestimenta en las escuelas ya no funcionan?

¿Los códigos de vestimenta realmente mejoran la experiencia educativa? ¿O la obstaculizan gracias a preconcepciones ligadas a la inequidad social?

Opinión: ¿Por qué los códigos de vestimenta en las escuelas ya no funcionan?
Es necesario reflexionar sobre la utilidad de los códigos de vestimenta y su rol en el proceso educativo. Foto: Bigstock
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Los uniformes han sido parte importante de la vida escolar desde el siglo antepasado. Las razones por las que esta costumbre convertida en regla se hizo tan popular son fáciles de ver. Los partidarios del uniforme defienden que este promueve la disciplina en clase, que ayuda a proteger la economía familiar evitando que la ropa de diario de los estudiantes se gaste, y que con los uniformes, se reduce potencialmente el bullying relacionado con los diferentes niveles socioeconómicos de los estudiantes. Todos estos son puntos debatibles, pero lo que cada vez es más real es que los uniformes podrían verse obsoletos en poco tiempo, y esto ha abierto el camino a una de las discusiones más críticas en la educación básica y media superior: el sesgo de género en los códigos de vestimenta.

Quienes fueron a clases en escuelas que pedían por reglamento el uso de uniforme, recordarán historias de alumnas que fueron reprendidas o hasta suspendidas por fallar dos centímetros en la altura de sus faldas reguladas, o que fueron enviadas a sus casas para cambiarse de vestimenta por llevar los pantalones o shorts reglamentados para la clase de deportes el día que no correspondía. También se cuentan los casos de alumnas que han sido forzadas a usar falda en temperaturas menores a 10 grados celsius. Todo esto inclusive en escuelas exclusivas de mujeres.

Pensaríamos que en las escuelas donde se ha abolido el uso del uniforme la conversación sería diferente, sin embargo, son comunes las mismas experiencias en las que las alumnas son expuestas a un juicio de valor sobre su vestimenta, experiencias que, generalmente, no tiene equivalente en sus compañeros varones.

Es importante aclarar que los estudiantes hombres también deben seguir un código de vestimenta y también pueden ser amonestados de la misma forma si lo rompen. En algunos casos, tanto hombres como mujeres pueden ser impactados por igual debido a regulaciones que suprimen características físicas propias de minorías raciales en favor de las caucásicas, como aquellas reglas específicas que atacan las texturas y estilo del cabello afroamericano o indígena.

Pero no se puede ignorar la raíz de las reglas del vestuario masculino en comparación con el femenino. Los códigos de vestimenta para los estudiantes varones parten de lo que en algunas instancias se considera un sentido de orden y cohesión; las reglas para las estudiantes mujeres parten de un afán social institucionalizado por la sexualización y el dominio sobre sus cuerpos.

Quienes respaldan el uso del uniforme y códigos de vestimenta en las escuelas argumentan que su uso es un medio para crear en el estudiante una noción de disciplina, orden y sentido de pertenencia. ¿Pero podemos decir que esto se logra cuando la imposición de estas reglas afecta desproporcionadamente a las estudiantes mujeres y altera su experiencia educativa? ¿Los argumentos que defienden este escrutinio sobre las estudiantes tienen que ver con su educación ética-social, o con factores completamente ajenos a ellas? ¿Cuáles son algunas de las nociones más intrincadas en la sociedad para respaldar el uso de estas reglas y por qué ignoran el impacto que tienen sobre la educación de las mujeres?

Estas son algunas de las justificaciones para respaldar el uso de uniforme en las escuelas:

1. Mantiene la imagen positiva de las instituciones educativas

En una escuela la imagen es un aspecto importante para asegurar una matrícula estable, especialmente en el caso de las instituciones privadas. El producto de la educación básica y media es difícil de posicionar, a fin de cuentas, la institución le pide a los padres de familia que confíen la mitad del desarrollo y bienestar de sus hijos.

La construcción de una imagen que garantice esta confianza, es crucial para la supervivencia de cualquier escuela. Tanto los uniformes como los códigos de vestimenta son elementos importantes de este “branding educacional”, ya que crean una noción de orden, prestigio y cuidado por el bienestar de los estudiantes.

Dicho esto, en la pirámide de necesidades de una escuela, para ofrecer un producto educativo de calidad, primero estarían aspectos como los programas educativos, la experiencia y credenciales del plantel docente, los recursos tecnológicos y el nivel de innovación; sin embargo, estos aspectos no son tan visibles como lo sería un código de vestimenta.

Esto explica en cierto modo por qué estos códigos son tan populares para formar la buena imagen de una institución, pero su principal fallo estriba en poner sobre los estudiantes la mayoría del peso de esta estrategia de marketing.

Es cierto que no hay mejor reputación para una escuela que la que construyen los testimonios de quienes estudiaron ahí, crear y mantener la imagen de la institución debe ser responsabilidad de dicha escuela, no de los estudiantes.

Imponer sobre los educandos un código de vestimenta que potencialmente puede interrumpir su experiencia educativa, es asignarles una presión extra que funciona más para hacer crecer la reputación de la institución en la que estudian que para su propio desarrollo integral.

2. Forja el carácter y prepara para la vida profesional

El mundo laboral tiene reglas y parte importante del propósito de la educación es preparar a los alumnos para que se familiaricen con estos lineamientos y se integren sin problemas a la vida profesional.

Existen puestos laborales que requerirán códigos de vestimenta más estrictos que otros, trabajos para los cuales será necesario vestirse formal diariamente o incluso, usar uniforme. Pero, salvo en el caso de aquellos alumnos que se desarrollarán en un campo laboral que requiera utilizar uniforme diariamente, la utilidad de un código de vestimenta es debatible y vulnerable a discriminación por género.

Ir con un uniforme todos los días a la escuela no ayuda necesariamente a educar a los alumnos para decidir cuál es el guardarropa más óptimo para un trabajo empresarial de mediano o alto perfil, estas son habilidades que la mayoría de los profesionistas recién egresados aprenden fuera del marco educativo, a través de la convivencia social.

Más cuestionable aún son las medidas punitivas normalmente asociadas con los códigos de vestimenta. Las instituciones educativas que las tienen no promueven una conversación abierta sobre los vestuarios que pueden ser útiles a mediano o largo plazo. Las reglas ya están escritas y nadie habla de ellas hasta que la experiencia educativa de un estudiante se ve interrumpida por romperlas. Este es el mayor problema, dado que a pesar de que las instituciones educativas tienen su código de vestimenta por escrito en el reglamento, muchas de las infracciones se definen dentro del terreno subjetivo, el mayor argumento para defender los códigos vestimenta ni siquiera está escrito, pero se ejerce como si lo estuviera.

3. Evita distracciones y la creación de un ambiente escolar inmoral o inseguro

Este es sin duda el argumento más nocivo para respaldar la necesidad de un código de vestimenta. Antes de comenzar a explicar el por qué, es necesario aclarar que la formación ética en las escuelas es tan crucial como la académica y que es fundamental enseñar a todos los estudiantes sobre el respeto y la adopción de un conjunto de conducta sociales que proyecten valores personales loables y consideración por sus congéneres.

Enseñar a los estudiantes a ver a sus compañeras como una distracción con base en un juicio sobre sus cuerpos y no como personas con el mismo derecho a la educación y una experiencia de vida digna, es anti-ético y contraviene el propósito más básico de la educación. Además de que prioriza la experiencia educativa masculina por encima de la femenina.

Aplicar medidas punitivas en base a estos juicios manda un claro mensaje de que la potencial distracción de los alumnos varones es más importante que la concreta interrupción de la jornada educativa de las alumnas para evitar este posible conflicto en sus compañeros.

Esta práctica es inadmisible y daña también la formación ética de los estudiantes masculinos, ya que les niega el aprendizaje necesario para separar a sus compañeras de una visión social que las sexualiza dentro del ambiente educativo.

Una educación verdaderamente ética ayudaría a los estudiantes a formar un concepto de lo que significa ser una persona más allá de los atributos físicos y cómo los vemos socialmente. Esto ayudaría a prepararlos para una cultura laboral más saludable de lo que haría cualquier código de vestimenta.

Los objetivos a los que las instituciones educativas quieren llegar a través del uso de códigos de vestimenta siguen vigentes y son puntos necesarios para una educación integral. Es necesario inculcar en los estudiantes una disciplina personal, un sentido del orden, de la pertenencia e inclusive del deber ser.

Pero en una era en que la educación socioemocional está tomando fuerza como herramienta para dar a los estudiantes la ocasión de aprender estos valores, la imposición de códigos de vestimenta se ve cada vez más como una práctica arcaica y poco pragmática que afecta de manera desproporcionada a la mitad de los estudiantes y no enseña sobre cómo ser mejor profesional ni mejor persona.

¿Has sido víctima de discriminación por tu forma de vestir? ¿Tuviste una mala o buena experiencia al usar uniforme en la escuela? Compártenos tu opinión y experiencias.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0