Geografía: ¿Cómo tomar el rumbo para su aprendizaje?

La enseñanza de la geografía enfrenta retos grandes en el siglo XXI, pero con un enfoque didáctico que convierta el aprendizaje en activo, puede lograrse un gran avance a la reincorporación de las power skills al estudiantado.

Geografía: ¿Cómo tomar el rumbo para su aprendizaje?
La enseñanza de la geografía debe ir más allá de la teoría. Foto: Bigstock
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La tendencia del mercado laboral a solicitar profesionales con mejor formación en la práctica de las power skills ha llevado la discusión sobre los esfuerzos educativos a nuevos rumbos.

Cuando hablamos del tema, las primeras habilidades que saltan a la conversación son la comunicación, la inteligencia emocional y el pensamiento crítico, ¿pero qué hay de la dimensión espacial, el conocimiento geográfico y su dimensión social?

En un artículo anterior se mencionó la apremiante necesidad de desarrollar en los estudiantes conocimientos de geografía. De acuerdo al departamento de labor en Estados Unidos, la demanda por profesionales especialistas en conocimientos del rubro geográfico crecerá en un 29% hacia el 2024.

¿Pero cómo podemos acercarnos a la enseñanza de la geografía en una forma que nos permita enseñar efectivamente conocimientos más avanzados a estudiantes de secundaria y preparatoria?

Adiós al conocimiento inerte

David Perkins, profesor en la Escuela de Graduados para la Educación de Harvard y autor del libro “La escuela inteligente. Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente”, ofrece una perspectiva clara sobre los temas a tomar en cuenta en la enseñanza de la geografía.

Perkins sostiene la existencia de varios tipos de conocimientos, no todos útiles y efectivos. Dentro de lo que engloba como síndrome del conocimiento frágil se encuentra el conocimiento inerte; aquel que es enseñado, memorizado y practicado para propósitos específicos de una clase, pero que cae en el desuso y la inutilidad ante la carencia de situaciones reales y frecuentes en las que tal conocimiento pueda usarse.

Este cuadro sintomático del aprendizaje encaja sin falla en la manera en que se enseña y se aprende la geografía en las escuelas. Un maestro frente a una clase usa un mapa para indicar a los estudiantes locaciones importantes, como su continente, su país, sus estados capitales y ciudades.

Si se trata de una clase más completa quizá incluya lugares de referencia o algún elemento de la historia arquitectónica de la región a estudiar, si se trata de una escuela con recursos, seguro utilizarán tecnología como Google Classroom y videos en realidad virtual, fenómenos típicos de determinado lugar, como la aurora boreal en Noruega o el mover de las olas en una playa de Tailandia, sin embargo, a esta estructura de clase le siguen faltando elementos claves.

David Ausubel, creador de la teoría del aprendizaje significativo, ofrece un punto interesante para comenzar a revaluar la forma en la que se ejecuta la enseñanza de la geografía.

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“El aprendizaje es significativo en la medida que se genera en un ambiente y condiciones que permitan su contextualización. Esto se presenta como una contraposición al aprendizaje por memorización”

Así pues, toda técnica para la enseñanza de la geografía debe contar con un marco contextual, una metodología aplicable y un enfoque activo que conecte con los educandos.

Encontrando el norte

Kelly Young, fundadora y directora ejecutiva de la consultoría educativa Pebble Creek Labs, expone la raíz del punto débil en la enseñanza de la geografía: el conocimiento de la materia se vuelve inerte no solamente por la falta de contexto, sino porque su aprendizaje, en la mayoría de los casos, sigue siendo pasivo.

La geografía creativa que propone Young pretende hacer geografía más que solo estudiarla. Uno de los sistemas a los que se refiere es el modelo inductivo con conjuntos de datos estadísticos. La investigación estudiantil juega un papel importante en este enfoque.

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“Si los alumnos pueden ser tan creativos, y ser fácilmente estimulados, emocionados para aprender en una clase, la enseñanza de la geografía ha dependido demasiado tiempo del aprendizaje pasivo y una enorme dosis de videos”

Estos conjuntos de datos contienen de 15 a 20 piezas de información por cada locación elegida para la clase, puede ser un país, una ciudad, un continente etc. Se les pide a los alumnos participar investigando datos específicos, concretos, interesantes, pero sobre todo relevantes para ellos. Por ejemplo, a varios alumnos de la clase les gusta el fútbol, una investigación de cuáles son los países que más asisten a partidos despertará mejor interés, si les gusta el cine, estarán más dispuestos a investigar sobre dónde están las locaciones más usadas para las películas de acción o cual es el país que más produjo películas ese año.

Los alumnos, tras compartir sus hallazgos, discutirlos en clase, generar preguntas y reflexiones, se familiarizan con el uso de los skills derivados de análisis geográfico, encontrando para este un uso concreto que podrán replicar en situaciones futuras.

Otra estrategia con alto nivel de éxito es la de leer y pensar en voz alta. Normalmente se usa una pieza de escritura acerca de algún aspecto interesante y específico de alguna locación, la cocina típica de Nueva Orleans, la música regional del noreste de México, las artes marciales del sudeste de Asia, etc. Al pedirle al alumno que haga un ensayo, la información proporcionada deja de ser un dato aislado para convertirse en una experiencia creativa que afianza mejor el aprendizaje.

En conclusión, tal como sostienen estos métodos, para convertir el aprendizaje de la geografía en un proceso activo que prepare a los estudiantes de nivel medio superior y superior para aplicar esos conocimientos en forma útil y concreta se necesita:

  1. Situar al alumno en el centro de su propio aprendizaje.

  2. Contextualizar los datos proporcionados en una forma que den sentido a la información obtenida y se cree un vínculo de interés con el educando.

  3. Promover la réplica de las habilidades obtenidas.

Las posibles estrategias que pueden generarse con tan solo estos tres pasos abren un sin fin de caminos por los que se puede transitar para mejorar no solo la enseñanza de la geografía, sino el pensamiento crítico, la creatividad, la investigación, la construcción de ideas y muchas más power skills necesarias para los profesionales en el mercado laboral del siglo XXI.

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0