Una visión crítica del ‘Day One Fund’, la última iniciativa filantrópica de Jeff Bezos

Jeff Bezos reveló el lanzamiento del “Day One Fund”, su iniciativa benéfica de $2 mil millones de dólares para ayudar a familias sin hogar y crear una red de academias preescolares en comunidades de bajos ingresos. Pero no todos aplaudieron la noticia.

Una visión crítica del ‘Day One Fund’, la última iniciativa filantrópica de Jeff Bezos
Jeff Bezos. Foto: Seattle City Council.
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Opinión


Si lees el anuncio que Jeff Bezos, CEO de Amazon, hizo sobre el lanzamiento del “Day One Fund’“ (Fondo Día 1), iniciativa benéfica de 2.000 millones de dólares para ayudar a las familias sin hogar y crear una red de academias preescolares en comunidades de bajos ingresos, encontrarás que su tuit obtuvo, mientras escribo esto, 26K me gusta, 7.0K retweets y 2.5K comentarios.

Pero no todos aplaudieron la noticia. Entre los más de 2,500 comentarios se pueden leer algunos como «Paga tus impuestos», «Ofrece mejores salarios a tus trabajadores», «déjalos usar el baño cuando lo necesiten», por mencionar algunos. El hombre más rico del mundo ha sido ampliamente criticado por las prácticas laborales de Amazon, particularmente en sus almacenes donde las condiciones de trabajo son infrahumanas según reportes de los mismos empleados. Y las condiciones para el resto de sus trabajadores en las oficinas centrales no son mejores, donde de acuerdo con información del New York Times, se está experimentando qué tan lejos pueden presionar a los trabajadores.

El anuncio en sí (extrañamente compartido en una serie de imágenes en la cuenta de Twitter de Bezos. Ningún documento oficial, página web o texto se pudo encontrar), comienza con un mensaje sobre los «fantásticos aspectos de la naturaleza humana» y un párrafo entero sobre la muchas formas en que Amazon ha contribuido a «aquellos campeones innovadores entregados a una variedad de causas». No es hasta la tercera «página» que los escasos detalles sobre el Day One Fund empiezan a revelarse.

El fondo se divide en dos ramas: El Fondo para Familias, cuya misión es destinar fondos a familias de escasos recursos; y el Fondo para Academias que operará una «red de academias preescolares de alta calidad e inspiradas en el modelo Montessori en comunidades de bajos recursos». Cómo exactamente se logrará esto no se revela.

Sin embargo, algunos detalles se desvelan casi al final del anuncio. Bezos declaró que usarán «el mismo conjunto de principios que han impulsado a Amazon», siendo el más importante «la genuina e intensa obsesión por el cliente» (el énfasis es mío). «El niño será el cliente», agregó. La carta cierra con una nota de agradecimiento a todos los que hace un año lo ayudaron con ideas de qué hacer con su fortuna.

La idea detrás de la experiencia de aprendizaje similar a la de Amazon, donde el niño es el cliente, es un giro peligroso a la metodología del aprendizaje personalizado. Como advierte Audrey Watters, en esta Amazonización de la educación «el niño será rastreado y analizado, sus preferencias serán registradas para hacer mejores recomendaciones y venderle los productos más adecuados». Además, ver al estudiante como cliente reduciría la experiencia educativa a una mera transacción, un “mercado de ideas”, como lo describe Watters.

El enfoque del alumno como cliente no es nuevo y tiene sus seguidores, quienes sostienen que una mentalidad de servicio al cliente debería ser la nueva norma, particularmente en la educación superior, donde la matrícula ha aumentado tanto en las últimas décadas que los estudiantes esperan un significativo retorno de su inversión. Sin embargo, no debemos confundir un aprendizaje centrado en el estudiante con modelo educativo tipo empresarial donde el alumno es el cliente.

En un enfoque centrado en el estudiante, los estudiantes asumen la responsabilidad de su aprendizaje y desarrollan autonomía e independencia, rasgos esenciales para el futuro de la vida y el trabajo. Mientras que en una Amazonización de la educación, los estudiantes probablemente dependerán de lo que le recomiende el algoritmo, de manera similar a como lo hacemos ahora con Netflix, TripAdvisor o Amazon. ¿Los algoritmos siempre tienen la razón? Las mejores cosas en la vida no son cuantificables, dice Maris Kreizman.

No se trata de ser tradicionalistas. Si bien la tecnología ha mejorado considerablemente muchos aspectos de nuestras vidas, apenas estamos empezando a entender los efectos e impacto de la tecnología en nuestra vida cotidiana y más allá, como ya lo hemos visto con Airbnb y Uber. ¿Por qué entonces buscar el próximo Uber / Netflix o Amazon educativo?

Los partidarios del “Amazon de la educación” afirman que el modelo personalizado, donde la tecnología es el principal foco y conductor, puede ser la respuesta para mejorar la educación. Específicamente en términos de eficiencia: todos aprenden a su propio ritmo, donde quieren y lo que quieren. Una educación hecha a la medida. Suena genial, pero el aprendizaje personalizado puede también aislar a los estudiantes. No debemos olvidar que el aprendizaje en comunidad y en convivencia con otros no solo puede mejorar la experiencia de aprendizaje sino también nuestra civilidad.

Bezos no es el único filántropo que defiende la educación personalizada. Mark Zuckerberg y Priscilla Chan hicieron lo mismo con la Iniciativa Chan-Zuckerberg, invirtiendo «cientos de millones de dólares al año en aprendizaje personalizado». Mientras que otros inversores prominentes como Peter Thiel, Laurene Powell Jobs y Andreessen Horowitz también han inyectado millones en iniciativas similares.

Pero, ¿deberíamos confiar en los magnates de la tecnología sobre qué hacer con la educación de nuestros hijos? En The Trouble with Technocracy, Lyle Broom argumenta que los tecnócratas, expertos técnicos que dirigen las industrias, no siempre lo hacen bien, como pudimos ver recientemente con Pravda, la iniciativa de Elon Musk. De acuerdo con Broom, un tecnócrata es un «miembro rico y poderoso de la sociedad que tiene las ideas, el dinero y los medios para dirigir la tecnología y, por lo tanto, la sociedad, en la dirección que ellos quieren que tome».

¿Deberíamos permitirles que administren iniciativas educativas así como dirigen sus negocios? ¿Por cuánto tiempo vamos a pasar por alto los efectos perjudiciales que sus aplicaciones, tecnología y plataformas tienen en la sociedad y los individuos? ¿Es un algoritmo o un modelo empresarial la respuesta a una mejor educación? Como escribió Ursula K. Le Guin: «Cuando enciendes una vela, también emites una sombra».

Este artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación puede ser compartido bajo los términos de la licencia CC BY-NC-SA 4.0